«El Sr. Rogers ha fallecido. Salgo a hacer las gestiones pertinentes. Por favor, actúe con normalidad. Ya le explicaré yo a la niña cuando vuelva”.
María leyó el mensaje varias veces. “El Sr. Rogers ha fallecido”, decía su mujer. Tenía covid, pero nunca pensó que fuera grave. Hacía días que no lo veía. Estaba aislado en el cuarto de invitados desde que dio positivo.
”Actúe con normalidad”. Miró a la niña jugando en el tobogán. No había sido fácil alejarla del padre
encerrado. Para colmo, el señor se había llevado a la gata con él. “¡Abre, papá!”, decía aporreando la
puerta cada dos por tres. Y a María le tocaba recordarle “Deja a tu padre que está malito”. “No puedes
entrar que contagia”. Pero la niña insistía siempre. “¿Y Missy no se contagia?”. “No, Caroline, los gatos
no cogen covid”.
Ahora se alegraba de que hubieran sido tan cuidadosos. Al menos ellas estaban bien. La Sra. Rogers
había preparado todas las comidas del señor. Se las daba cuando ellas no estaban cerca “para evitar
tentaciones de romper la cuarentena”, decía. Nunca la había visto ocuparse así del señor. Ya no haría
falta…
-María, ¿nos vamos a casa?
Caroline se había cansado de los columpios. La cogió de la mano para volver. “Actúe con normalidad”.
Al llegar, María vio a John, el portero, afanado en una esquina. Colocaba más trampas para ratas. La
ciudad estaba infestada. Evitó saludarle para que Caroline no se fijara. Cuanto más lejos de los venenos,
mejor.
En el piso todo estaba en orden. El cuarto de invitados seguía cerrado.
– María, ¿puedo jugar con Missy?
– No, aún, no. Primero tienes que comer.
Mientras Caroline comía, María se fijó en el friegaplatos lleno. Sacó las cuatro cosas de dentro. No
recordaba haberlo puesto.
– Me lo he comido todo – anunció la niña. María le quitó el plato y tiró los restos a la basura. Estaba a
rebosar. Se puso a cambiar la bolsa.
– ¡Missy! – Caroline había ido corriendo a la habitación de invitados. María la siguió. Esta vez la puerta
cedió sin problemas dejando ver una estancia vacía.
– ¿Dónde está papá? ¿Y Missy? ¿Se la ha llevado?
– No creo. Vamos a buscarla. Missy, Missy…
– Dejad de buscar a la gata – la Sra. Rogers había entrado sin que se dieran cuenta – María, prepara las
maletas. Nos vamos a la casa de la playa.
María quiso preguntar, pero no supo cómo. Empezó a recoger en silencio. Se acordó de la basura y fue a
tirarla.
De camino se encontró con John que le habló preocupado.
– El Sr. Rogers tenía covid, ¿verdad? Qué pena…tan joven… ¡Asco de virus! Me alegro de que tú estés
bien. Como he visto a la Sra. Rogers bajando la basura, creía que también estabas enferma…
– No, qué va – murmuró María mientras se alejaba.
El contenedor estaba lleno. Todo bolsas del mismo tamaño menos una. La miró unos segundos antes de
abrirla. Missy estaba dentro. Muerta. Los gatos no cogen covid. Y los venenos cuanto más lejos, mejor.