El humo del cigarrillo formaba hipnóticas figuras al mezclarse con la luz del único foco de la fría estancia. Los papeles se agolpaban en la mesa, olvidados por el paso del tiempo. Sally llevaba meses trabajando en un caso que le obsesionaba, alguien en la ciudad había asesinado a tres mujeres, la policía no tenía nada y habían recurrido a ella. Lo único que conectaba a las tres víctimas era su color de pelo, rojo como el fuego, igual que el suyo. Cuando comenzó la investigación era un trabajo más, pero todo cambio cuando empezó a recibir notas anónimas del supuesto psicópata en las que hablaba de cosas íntimas. Lo sabía casi todo sobre ella. Sally por primera vez en su carrera tuvo miedo. La angustia por sentir el peligro de un asesino acechándola se mezcló con el estrés de preparar la boda con James, su prometido. Tenía que mandar a ese asesino a la cárcel antes de casarse.
La tetera emitió un fuerte chirrido despertando a Sally de un sueño en el que había caído minutos antes. Era de madrugada, y aunque había avisado a James de que se quedaría trabajando en la oficina toda la noche, decidió volver a casa. Quiso volver andando, estaba cerca. El sonido de sus tacones retumbaban en la calle vacía y una densa niebla empezaba a caer. De repente, a lo lejos vio algo extraño. Una persona cargaba algo pesado en sus brazos. Sally comenzó a avanzar de forma pausada mientras el desconocido metía el bulto en el maletero de un coche. El corazón de Sally empezó a latir con fuerza y su respiración se aceleró al reconocer la matrícula del vehículo, era la de James. Enseguida lo vio claro, las largas noches esperando a su prometido en casa, misteriosas manchas de barro en su ropa, que el asesino lo supiese todo de ella. Su mundo se rompió en pedazos. Sus piernas comenzaron a moverse con rapidez y casi sin darse cuenta llegó hasta el hombre encapuchado.
—¿Por qué?— exclamó Sally. Este se giró enseguida.
—Sally…-susurró asombrado— Vaya… esto es muy inoportuno… -dijo impasible. Cerró el maletero con violencia y se acercó a ella.
—James… ¿Por qué? —volvió a repetir, siendo incapaz de expresar todo el odio y el dolor que sentía.
—Siempre he sido así-dijo James mientras se llevaba la mano al bolsillo de la chaqueta, sacando una pistola y apuntando a Sally, que comenzó a retroceder. —Ahora que sabes la verdad, no me sirves— exclamó James alcanzándola. Sally levantó el pie y le clavo el tacón con fuerza en la espinilla, a la vez que le daba un manotazo, haciendo que la pistola cayese al suelo. Ambos se lanzaron a cogerla, y en el forcejeo, esta se disparó, hiriendo a James. Sally con la pistola aún en la mano se puso de pie, y mientras James le suplicaba que no le entregase, Sally solo alcanzo a decir que la boda quedaba cancelada. Después tomo su teléfono y llamo a la policía.