Después de identificarse, el inspector traspasó con decisión el umbral del apartamento de Francisco Yagüe, y aminoró el paso en cuanto contempló extrañado la disposición de los pocos muebles de la estancia. Luego examinó el rosto de quien le había recibido.
-¿Y dice que el individuo ha desaparecido?- El recién llegado miró a su alrededor extendiendo levemente los brazos- ¿En este espacio?
-Se que es raro. Créame que es difícil explicarlo -respondió Francisco señalando el sofá e invitándole a tomar asiento-. Y ahora, de hecho, me siento un poco avergonzado. He estado a punto de dejar correr este asunto y no dar cuenta a la policía, pero me pudo el miedo.
-Créame, en mi trabajo ya no me sorprende nada -confesó después de acomodarse-. Y ahora, cuénteme que ha sucedido.
-Bien -comenzó-. Hace un par de horas llamó a la puerta un agente inmobiliario ofreciéndose a tasar esta vivienda de forma gratuita. Le dejé entrar porque llevo meses pensando en vender el piso y creí que no estaría de más atender las condiciones. Después de unos minutos escuchando su propuesta, recorrimos la vivienda y… simplemente desapareció.
El inspector endureció su gesto y mantuvo silencio un instante. Luego dijo: -¿Desapareció? ¿Así, sin más?
-Si -afirmó disimulando el pudor-. Simplemente… dejó de estar a mi lado, ya sé, es raro.
-¿Y cree usted que sigue aquí?
-No lo sé. Por eso le he llamado.
Les interrumpió la música pegadiza del timbre de un teléfono y el inspector observó extrañado a su alrededor, luego dirigió su mirada a la mesita que depositaba el aparato analógico, pero el sonido no provenía de allí, sino del interior de algún bolsillo de Francisco. Este miró el móvil, pero colgó con el propósito de devolver la llamada más tarde.
-¿Qué demonios es eso?
-¿El qué?
-Eso que tiene en la mano -dijo incorporándose.
-¿Esto? -mostró el móvil encogiéndose de hombros-. Un teléfono ¿no lo ve?
-¿Me permite?
Francisco, atónito, se lo entregó y el otro, aunque lo asió con sumo cuidado algo hizo que se iluminara la pantalla. El inspector primero no ocultó su sorpresa, y después su fascinación por lo que tenía en la mano.
-Agente -titubeó Francisco-. Perdone, pero no sé muy bien lo que está pasando ¿Qué tiene que ver mi teléfono con el motivo por el que ha venido?
Le ignoró -¿Y puede también hacer llamadas desde aquí? -Mostró el aparato.
-Inspector -dijo el hombre claramente contrariado-. Creo que ha sido un error el haberle llamado, no entiendo su actitud, ni desinterés por lo que me preocupa. Así que será mejor que se marche. -Francisco le arrebató el móvil y se encaminó con paso firme hacia la puerta principal, la abrió y se echó a un lado para dejarle paso hacia la calle. Pero pronto se dio cuenta de que el policía aun debía de estar en el salón, cerró la puerta bruscamente y corrió hacia la estancia mientras sus palpitaciones se aceleraban. Gritó-: ¿INSPECTOR? -Luego fue al dormitorio, a la cocina, al cuarto de baño. Nada. Ni rastro del inspector.