MAGENTA
Rocio Taberner Montblanc | Roxie

Una cafetería situada en una calle céntrica. Una mujer joven, cerca de los treinta años de edad, de aspecto débil, delgada, ojerosa, de cabellos largos color castaño. Ella trabaja ahí. Es camarera. Se despide de sus compañeros de trabajo, se quita el delantal con una sonrisa, alegre de terminar la jornada.
Sale por la puerta, está lloviendo, se cobija en su chaqueta y busca con la mirada un lugar donde guarecerse. Llega hasta una parada de autobuses. La lluvia cesa y el autobús viene a lo lejos, abarrotado, un vocerío disonante le da la bienvenida. Se queda de pie, junto a un grupo de chicas adolescentes que no paran de bromear y conversar de manera histriónica . De repente, en aquel enjambre de voces, algo le absorbe. Entra dentro de ella misma. Un empujón le hace volver de su ensimismamiento. Desde la ventana del autobús , su mirada se detiene por un instante , ante un impermeable de color rojo que se encontraba atravesando la calzada. Siente un escalofrío. Aquel impermeable, invocó un recuerdo. Suena el claxon del autobús, ella se distrae, mira a su alrededor, todo sigue igual. Cuando quiere recuperar de nuevo la imagen del impermeable rojo, éste ya se había esfumado entre el gentío.
Baja apresuradamente. Tiene ganas de salir del ruido. Disfruta del paseo hasta casa, donde uno de sus más simples y gozosos momentos son cuando pasa por la tienda de papiroflexia. Desde ahí, observa la cuidadosa forma y el color delicado de las figuras colgantes. Adora aquellas pequeñas obras de papel.
Un portal viejo, asoma una puerta de madera que sujeta firmemente un pomo redondo y brillante de color magenta. Ella entra. No hay ascensor, sube las escaleras lentamente. Está agotada. Una imagen atraviesa su cabeza: El impermeable rojo. Frío. Sacude la cabeza quiere apartarlo de su mente. Sigue subiendo hasta el cuarto y último piso. Allí se encuentra con una estrecha puerta de color azul, desconchada por la parte inferior. Abre. Destrozada por el ascenso, se desploma en el único sofá monoplaza que se encuentra en aquella buhardilla.
Se quita los zapatos, se dirige a la cocina sin cambiarse de ropa y se prepara un té. Vuelve la lluvia, esta vez acompañada de relámpagos y truenos. Suena la puerta. Se paraliza. Hace tiempo no recibía visitas. Sus pies descalzos se adhieren al parqué. Un suave sudor surge por detrás de su nuca. Mira por la mirilla: Es él.
Se queda tras la puerta. Por tercera vez suena el timbre:
– Paula, vamos, abre la puerta. Se que estás ahí.
Ella abre la puerta.
Horas más tarde. Un hombre vestido de paisano habla por teléfono, solo se puede observar sus labios vocalizando:
– Buenos días, aquí el inspector, Mauro Borràs. Se ha cometido el asesinato de una joven, en la calle Pizarro,7. Parece ser un crimen pasional.
Se cuelga el teléfono.
Todo quedó impregnado de un color magenta: sus labios, su pelo…