El sótano está lleno de humo, hay muy poca luz, la justa como para distinguir a un hombre, Peter y una mujer, Camila tirados en un sofá.
La radio está muy alta, debajo de las voces de los locutores se escuchan pequeños gemidos que pasan desapercibidos.
Camila se enciende un cigarrillo y la lumbre del mechero ilumina su cara, tiene el maquillaje corrido y lleva una peluca azul mal puesta que deja entrever su pelo rubio.
De golpe una puerta se abre y la figura de una mujer de unos cincuenta años, Nina, aparece en lo alto de la escalera. Sujeta algo entre las manos, pero no se termina de distinguir lo que es. Un fuerte sonido de aspiradora se cuela en el sótano.
Peter, cabreado, pega un fuerte grito “¡Cierra la puta puerta!”
Se escucha la puerta cerrarse, el sonido de la aspiradora desaparece y a continuación la luz se enciende. Camila se tapa los ojos con la mano, notablemente molesta ante la claridad.
El sótano está hecho un desastre: los armarios están abiertos, prácticamente vacíos y las botellas de vino tiradas y rotas por el suelo han dejado grandes manchas en la alfombra, que perfectamente podrían confundirse con sangre.
Mientras se escuchan pasos bajando la escalera, Camila, que está sentada con los pies encima de una pequeña mesa, deja su cigarro aún sin acabar en uno de los ceniceros de la mesa.
Nina se coloca frente al sofá “Han traído esto” dice.
Y le da lo que llevaba en las manos, una caja, a Camila. Esta lee para ella el nombre del destinatario, después la deja encima de la mesa y vuelve a coger su cigarro.
Peter, tumbado con la cabeza en el regazo de Camila, mira la caja con curiosidad y pregunta “¿No la vas a abrir?” A lo que ella contesta con un rotundo “No”.
Peter se incorpora, saca un cuchillo manchado de sangre de su bolsillo y va directo a coger la caja, pero antes de que llegue a tocarla Camila le da un manotazo. Peter recula sorprendido.
Camila habla muy serena “Lo que hay en su interior no es nuestro, ni tampoco de nuestra incumbencia”
Peter acepta esa respuesta, vuelve a tumbarse en la misma posición en la que estaba y le quita el cigarro a Camila, ella le acaricia el pelo.
Nina sigue ahí de pie, esperando, con la cabeza gacha, hasta que Camila le habla “Al salir apaga la luz”.
En la radio ahora se escucha una canción.
Los pies de Nina evitan pisar las manchas mientras se dirige a las escaleras. Cuando alcanzan el primer escalón, las manchas ya no son de vino. De pronto una mano ensangrentada agarra sus pies.
Nina se zafa del agarre y pisa con fuerza sin siquiera inmutarse, después continúa subiendo las escaleras, despacio, casi al ritmo de la música. Antes de salir apaga la luz. La puerta se cierra de un golpe seco.