El comisario Goyo Montero estaba en su despacho. Acababa de escribir la decimocuarta denuncia de un robo. No un robo cualquiera. Era una mujer que después de cenar y acostarse con el denunciante, sacaba de no se sabe donde, una pistola y les decía que le habian contratado para matarlo. “Quien? “Preguntaba el hombre. “ Tú sabrás” contestaba ella.
Casi todo el mundo tenía un motivo oculto. Después les decía que era una pena porque les gustaba mucho. Entonces casi todos le ofrecían dinero para no morir. Ella se resistía un poco y luego aceptaba. Nunca menos de 6000 euros.
Goyo estaba seguro que había más je no habían denunciado. Se sentía atraído por aquella ladrona hábil. La llamaba Marnie en honor a la película de Hitchcock. Su zona eran los hoteles lujosos de Madrid.
Le encantaría enfrentarse a ella y sobretodo muy en el fondo, acostarse con ella.
Cogió su cazadora y se fue al Ritz. Entró en el bar. Gente mayor, ninguna chica joven. Se acomodó en la barra y pidió un dry martini.Esperó hasta las 11. Luego se marchó a casa.
Al día siguiente sé decidió por el Riviera, sin éxito. Al tercer día se acomodó en la barra del Sheraton. Había dos mujeres que coincidían con la descripción. Entabló conversación con una de ellas. Goyo era bien parecido. Pelo negro peinado hacía atrás, un bigote negro estilo Miguel de la Quadra, y estaba en forma. Pero la chica había quedado con un novio que tenía en Madrid y se fue enseguida. La otra había desaparecido sin dejar rastro.
La siguiente noche fue al Hyatt. Había mucho ambiente en el bar. Esta vez escogió una mesa en el fondo del local para tener mejor visión y pidió su dry Martini. Una chica se sentó en la mesa de al lado. Sin saber porqué al comisario se le erizó el pelo de la nuca. Miró sus ojos, sintió frío en todo el cuerpo. Oyó que pedía un vodka helado. De repente se levantó y se dirigió al comisario.
“Perdona, eres de aquí? “ el comisario asintió. Donde hay un sitio para comer bien?”
-Hay un restaurante con dos estrellas michelin aqui cerca, hoy es miércoles. Quizá no esté lleno.
– Tienes el teléfono? Preguntó
– Claro. Pero cenar solo es triste. Si no tienes inconveniente cenamos juntos.
Me miró durante un momento y asintió .
Les quedaba una mesa en el fondo y allí cenamos extraordinariamente.
Pagamos cada uno lo suyo y nos dirigimos pasea;do al hotel. Goyo estaba pensando cómo proseguir pero ella le preguntó: estas en el hotel?
No lo había pensado. Y tú ? No, dijo.
Puedo cojer una habitación ahora. Ella lo miró de arriba a abajo y dijo:
No se nada de ti y quieres que durmamos juntos?
Si (habia que echarle narices).
Ja, ja, ja. Es mejor que no. No sabes lo que podría pasar.
Que podría pasar? Esquivó el comisario.
Que me hicieras un regalo caro.
Adiós.
Nunca ha vielto a ver a esa mujer. Los robos pararon
durante dos semanas. Luego volvieron.