Hace un año se inauguró un restaurante gourmet en el barrio más exclusivo de la ciudad de San Eustaquio.
Desde el día que lo inaugurarón alegaban ser el único sitio de todo el lugar con comida muy inusual y extraña.
La gente se reía. De hecho, entraban a la página web recién creada y escribían reseñas negativas sin fundamento.
Hasta que un día. El propio director escribío un comentario publicitario que hizo que mucha gente decidiera darle una oportunidad.
Fueron, probaron la selección de platos, salieron con el estómago saciado, y con la sensación de que habían tomado la decisión correcta.
Hasta que un tiempo después comenzaron las desapariciones.
Los ciudadanos desaparecían cada noche, la gente empezó a tener miedo y dejaron de salir a la calle. Solo lo hacían para asistir al restaurante que, para su gusto y alegría, había mejorado la carta.
Al pasar el tiempo el asunto pasó a ser muy preocupante.
El comisarío jefe decidió contactar con la comisaría central de la capital del país, para que trajeran al detective que estaba en boca de todos.
Se llamaba Lucio García, y sus compañeros presumían de que era el mejor detective de toda España.
Era una persona maníatica, obsesionado con la idea de que su mundo siempre estuviese bajo control.
Después de una extensa llamada que se prolongó una hora entera, accedió a asistir para investigar.
Cuando llegó a la ciudad alquiló una habitación en el hotel más discreto y empezó a visitar las casas de los desaparecidos.
Estos no tenían ninguna relacion entre sí, ni familiar ni amistosa. Pero si se parecían en algo…
Todas eran clientes habituales del restaurante gourmet.
Ese descubrimiento lo extraño sobremanera, y decidió ir esa noche a cenar al lugar.
Pidió los platos más extravagantes. Saboreó todos sus condimentos y notó algo extrañó en la salsa de la carne.
Esta tenía un color extraño.
En vez del rojo pasión que anunciaba la nota. El color era marrón, muy parecido al del óxido de las herramientas y los coches.
Probó el sabor y no notó nada inusual.
Aún así tomo una muestra para analizar.
Con horror descubrió que era sangre seca.
Informó del resultado a sus compañeros y, con una orden de registro expedida por el secretario judicial y firmada por el juez, fueron a revisar el lugar.
Sacaron fuera al director y al resto de empleados.
Analizaron el lugar, descubrieron una pared oculta dentro del congelador y, dentro, algo que les hizo desear nunca haber entrado.
La habitación secreta estaba repleta de cadáveres, sangre y restos humanos por todos lados.
Algunos estaban sin tratar, otros cortados en pequeños trozos, y unos pocos convertidos en platos acompañados de verduras y patatas.
El director había ido secuestrando a los ciudadanos y convirtiendolos en comida.
Al momento lo detuvieron, acusaron de homicidio en primer grado y clausurarón el lugar.
A día de hoy la ciudad sigue traumatizada.
Los pocos habitantes que no se han ido se han vuelto vegetarianos, ya que no pueden soportar el horror, de que comieron carne humana.