Aquel día, al abrir la puerta de su casa se lo encontró de sopetón, un cadáver. Inerte en mitad del habitáculo, tirado en el suelo con una mala pinta que solo verlo da pena —respira profundo, Marta—. Sonará ridículo viniendo de una criminóloga pero es el primer cadáver que ha visto. Vale, qué no cunda el pánico, sabe cómo reaccionar, pero antes, rebobinemos.
Ahora, la carrera de moda por excelencia es la de Criminología. Marta Grande, aunque se lo niegue a sí misma, también se dejó llevar por este bum. De vez en cuando se autoconvence pensando que fue la mejor decisión de su vida, que es su vocación, basándose únicamente en que ella, a diferencia de sus compañeras, no se metió en Criminología después de ver un capítulo de CSI: Nueva York.
Lo que ella no sabe, o al menos omite para sí misma, es que tomó la decisión después de llorar durante días —atención spoiler— la muerte de Chesca, uno de los personajes de Carmen Mola. Lo que hace que su decisión sea tan poco imparcial como la de sus compañeras de clase.
La diferencia entre Marta Grande y sus amigas es que ella no solo se metió en Criminología para convertirse en uno de sus personajes favoritos, sino también para salir de su ciudad, encontrar su propia identidad y ser su propio personaje. Ella no idealizó la carrera hasta puntos insospechados, ni pensó en ningún momento que su paso por los estudios sería coser y cantar.
Marta Grande acabó Criminología el año pasado en Madrid, no sacó notas excelentes, al contrario, fueron bastante mediocres, pero le da igual. De hecho, ha acabado trabajando en la misma calle que la mejor de su promoción. Su compañera, en Zara; Marta, en una librería muy mona, que tiene libros poco comunes y un olor que le encanta.
Marta, mientras trabaja, está opositando para policía, pero lo cierto es que estudia poco, nunca sacó notas sobresalientes y eso la paraliza. Esa tarde, tras despedir al último cliente, uno de los habituales, que por cierto, está encantado con ella, Marta se dirigió a su casa. Vive en un habitáculo pequeño, y digo “habitáculo” porque “casa” es mucho decir, la cocina, el baño y el cuarto son la misma cosa.
Ya en el habitáculo, frente al cadáver, sabe cómo reaccionar: delimita la escena, no contamina pruebas, inmoviliza cualquier elemento que puede estar relacionado con el delito y anota la declaración del único sospechoso que puede estar implicado en el crimen. Luego, examina todo a su alrededor, busca pistas, la casa hecha un asco, pero como siempre.
No hay duda, se dirige de nuevo al sospechoso. “Miau” declara. Finalmente Marta procede al levantamiento del cadáver. Recoge el mini cactus, que ha sido arrancado de su maceta como causa de muerte, y lo tira a la basura. Luego, Marta Grande, la criminóloga, se enfrasca en la lectura de alguna novela negra y vuelve a su rutina.