MÁS ALLÁ DEL AMOR
MARI CARMEN LEO GARCÍA | LEYENDO SONRISAS

Estoy frente al altar. Temía que Izan saliera corriendo, pero sus ojos brillan como si hubiera ganado la lotería; supongo que los míos también, aunque me mueve algo más digno que el dinero.

No habría salido del piso si no fuera mi boda con Fara. Soy un hombre precavido. El día que me llamó por error me levanté con resaca y el sonido del teléfono parecía tan estridente como una sirena de policía. La conversación no llegó ni al minuto, no me fiaba de ella, pero le saqué información y más tarde la busqué en internet. Era mona y de buena posición, así que marqué su número y le pedí disculpas. Quedamos en hablar en otra ocasión y así comenzó nuestra historia. ¿Se habrá dado cuenta de que soy un borracho? Es una mujer buena y un tanto ilusa, justo lo que necesito.

Qué fácil ha sido. Lo observaba desde el piso de enfrente y nunca salía, así que creé un perfil y puse que buscaba marido. Lo tenía tan cerca. Lo llamé fingiendo que me había equivocado y hablamos de tonterías, no quería parecer ansiosa y espantarlo. No me arrepiento de aquella mentira, gracias a ella conseguí su atención.

Cómo para decirle a esta que me caso porque tiene dinero. El día que me preguntó qué era lo que más me gustaba de ella tuve que mentir. Las mujeres son así de ingenuas. Ella está enamorada, se le ve. Yo no sé querer.

Izan no está enamorado de mí, de todas formas el cariño no tiene nada que ver con esto. Pensaba que sería más difícil sacarlo del piso, pero no. Menos mal que piensa con lo que tiene entre las piernas y solo tuve que negarme al sexo antes del matrimonio. Hacerle la proposición después de días de palabras ardientes y cachondas fue un acierto.

Sabe cómo ponerla dura, le gusta el meneo, se lo noto, pero no busco sexo. Conozco a más de una guarra dispuesta a hacerme una buena mamada por cinco euros. Si acepté casarme es porque me va a servir de tapadillo. No tiene ni idea de quién soy.

Hasta hoy nuestro contacto ha sido telefónico. Cuando vi su foto no parecía tan feo. El aliento le huele a garrafón, qué asco. Bueno, lo importante es que ya está aquí y puedo cumplir con mi deber.
Venga chochito, di sí quiero. Estoy deseando dejarte sin blanca y a tus amigas también. Espero que no haya ningún marido entrometido, porque al último tuve que matarlo.
¿Por qué te levantas el vestido? ¿Ya estás cachonda? No se te ocurrirá salir corriendo, cabrona. Mejor te agarro por el brazo. Hija puta, ¿y esa pistola?
—Izan Ortiz Rost. Queda usted detenido. Tiene derecho…
—Maldita zorra.
—Mi nombre es Tulia, capullo. Inspectora en acto de servicio. En la cárcel podrás disfrutar de un montón de amigos dispuestos a compartir celda contigo y si cobras las mamadas a cinco euros lo mismo te haces rico. Feliz noche de boda.