MATERNIDAD POLICIAL.
El apremiante dolor en el pecho de la Inspectora aún se hacía de notar y podía sentir como su espalda aún estaba dolorida. Se encontraba estática en un rincón de la escena, observando como varias figuras con monos blancos fotografiaban, tomaban muestras y realizaban su labor de diversas maneras. El equipo forense y un par de agentes iban de allí para allá, organizados y centrados.
Anastasia comenzó a divagar. Se dió un breve paseo por la pequeña habitación. Al parecer la mujer de sesenta y cinco años había sido hallada cinco semanas después de su muerte. Un familiar llamaría a los servicios de emergencia y el resto es historia. La anciana vivía sola y se sabía que era viuda desde hacía más de seis años. Para la intuición de la Inspectora esto acabaría con un informe por muerte natural.
Atravesando la cinta policial en torno a la puerta del apartamento se vió entrar a un hombre esbelto y trajeado, con una placa colgando de su cuello y éste con paso decidido se acercó a la Inspectora.
-¿Qué haces aquí Anastasia?-espetó con un rostro desagradable.
Anastasia se giró impasible y observó su porte, tan estirado como siempre.
-Mi trabajo. La cuestión es por qué has venido tú Sánchez.
Pasó por alto la falta intencionada de respeto de su compañero en la jefatura policial al dirigirse a ella por su nombre de pila.
-Nadie esperaba que vinieras y me ha parecido correcto sustituirte. No hace ni veinte días que diste a luz.
Anastasia arqueo sus cejas y fulminó con la mirada a Sánchez.
-Mire usted por dónde subinspector pero aquí estamos todos, no veo a quién debe usted sustituir. ¿Acaso no puede una mujer aceptar que su médico le dé el alta?.
-Considero que una madre debería dedicarle a su hijo las atenciones que él requiere, y más a tan temprana edad. Este caso puede seguir sin ti.
-Disculpe Sánchez pero de igual manera yo considero que por ser madre no dejo de ser policía. Además ¿Acaso usted se ausentó de su puesto cuando alguno de sus tres hijos nació?. Declina usted mucho por la necesidad materna de un niño, pero se olvida de mencionar que en esa misma necesidad también existe lo paterno.
Parecía que el hombre iba a decir algo, pero frunció el ceño dando media vuelta marchó por dónde había venido.
La mujer sólo se encontraba allí por pura burocracia. Pero ese era su trabajo, el que tanto esfuerzo y años había requerido en ella y no pensaba desacreditar ninguno de sus méritos tirándose a la holgazanería. Tenía muy claro que aunque había llegado lejos dentro del cuerpo, su meta aún no estaba entre sus manos.
Amaba a su pequeño, aunque fué la insistencia de su marido lo que lo trajo al mundo más que su propia vocación. Estaba decidida a seguir demostrando al mundo que una mujer es tan apta para llegar allí dónde se aceptaba de normal ver a un hombre.