Sin perder su elegancia el hombre se sentó. El abogado encendió un cigarrillo y se dispuso a escuchar su historia.
– Hace veintisiete años yo vivía en la calle. Solo. Mendigaba y robaba lo que me hacia falta para sobrevivir, hasta esa primavera. Aquel día-
– Señor, ¿podría ir al grano? Me gustaría poder ayudarle con su caso.
Una mirada bastó para hacer callar al chico.
– Recuerdo ese día como si fuese ayer.
Después de un suspiro de resignación y otra calada al cigarrillo, el abogado siguió escuchando.
– 17 de Abril de 1996. Aún habiendo superado el invierno, el frío permanecía. Sucio, barba descuidada, prendas malolientes y muerto de frío, así me encontró el Sr. Madrazzo. No le importó. Me llevó a una casa enorme con jardín, allí me aseé y dejó que me pusiera uno de sus trajes. uno negro, como este. Aquella misma noche, creyendo que dormía, intenté huir con todo lo que pude, pero el Señor ya contaba con esa posibilidad. Fui muy estúpido, y todavía me arrepiento.
– Madrazzo le cortó el meñique.
Otra de las miradas del hombre trajeado hizo callar al abogado otra vez.
– El dedo lo perdí podando
Mintió.
– Desde entonces me ocupo de mantener limpio y ordenado el hogar y no puedo estar más satisfecho de mi servicio a la familia Madrazzo, sabe? Me han puesto un plato en su mesa y una cama en la que dormir durante-
Después de otra larga calada el abogado volvió a interrumpir.
– Puede, por favor, contarme que ocurrió el Jueves, la noche en que la chica fue asesinada?
El hombre inspiró y susurró un sí reticente, el abogado, hasta ahora de pie y nervioso, se sentó.
– Ese día después de cenar fui al garaje a limpiar el coche del Sr. Madrazzo, para dejarlo listo para el viernes por la mañana. Allí me encontré a esa chica. Intentaba robar el coche.
Sin dudarlo, mintió de nuevo.
– Así que la agarré, forcejeamos. La chica gritaba e iba a soltarse, así que agarré el destornillador que había en el estante y se lo clavé en el vientre. Dos veces. Entonces dejó de gritar.
El silencio le dejó al abogado unos segundos para asimilar lo que estaba oyendo.
– Después lo limpié todo y escondí a la chica donde la encontraron.
– Usted y yo sabemos que eso no es verd-
– No importa lo que usted y yo sepamos.
Interrumpió el hombre con voz tranquila.
– Importa la verdad, y a partir de ahora esta es la verdad.