Despertó a un amanecer púrpura y confuso, embriagado de retazos de onírica factura. Se descubrió parapetado tras unos parterres que le habían cobijado durante las horas de oscuridad y que en ese momento,y sin saber porqué, centelleaban, teñidos de azul. El coche de la policía municipal fue el causante del extraño decorado y de el se apearon dos agentes.
-Vamos a ver caballero, no puede permanecer en este espacio público y además lo sa.. Joder! Alto! No se mueva, póngase de rodillas y con las manos a la espalda!-
Perplejo, no supo que hacer, si no moverse o si arrodillarse, y justo en ese instante se dio cuenta, que sus manos ensangrentadas, sujetaban un escalpelo que arrancaba brillos mortales al alba, como cantaba Mecano.
Antes de que pudiera decidir, su rostro mordió el asfalto y notó una rodilla en la espalda que lo inmovilizaba, le sujetaron los brazos y le esposaron las manos, que ya habían soltado el bisturí. Gritos y amenazas, preguntas que ante el desconcierto y la estupefacción, se quedan flotando en el aire.
En comisaria, un torbellino de pruebas y mil preguntas más, por respuesta un vacío en la memoria y en el alma.
Tras unas horas privado de sueño, no era más que un fardo recogido sobre si mismo que apenas sollozaba. En ese lastimoso estado, tuvo un primer atisbo, un recuerdo profundo de su maltratada psique, un rostro tras una mascarilla quirúrgica, unas gafas, de esas de apellido compuesto y unos ojos azules. Justo en ese instante se abrió la puerta de la aséptica sala de interrogatorios y entró una menuda mujer de elevado moño y aspiraciones.
-Buenas tardes, soy la inspectora Fonseca y según me cuentan, está bajo los efectos de una profunda amnesia, es así?
-Sssí..Su..pongo
-Bien, podría marearle para corroborar la historia que voy a contarle, pero a fin de cuentas le diré que alguien se ha confesado culpable y que además le ha exonerado.
-D..de qué?
-De asesinato, señor Presa..
-Cómooo? Presa, dice?
-Sí, verá, le trajeron en un estado de aturdimiento importante y al registrar sus pertenencias, hallamos la tarjeta de un neurocirujano de postín, amén del bisturí que se le incautó. Al personarnos en el domicilio del «buen» doctor, hallamos su cadáver con dos sonrisas,una en el rostro y la otra a la altura de la garganta. En su mano una delirante confesión, dónde relataba su estado terminal, debido a una afección autoinmune y otorgándose unas capacidades casi divinas, alardeando de poder manipular la mente a su antojo, en un quirófano. Usted tenía un tumor inoperable que el accedió a intervenir y en el transcurso de la cirugía, manipuló su cerebro para que usted,una vez recuperado, lo asesinase.
-Ppp..pero con que fin?
-Para mostrar su grandeza al mundo y determinar el mismo, cómo y cuando morir y así vencer a la enfermedad que lo consumía. Dejó un montón de notas médicas y un pliego de disculpas hacia usted, al que llamaba …Mi criatura.
Instintivamente, el señor Presa se palpa el parietal, para descubrir una reveladora cicatriz.