SUKI
– ¡Suelta eso! -dijo agriamente el ingeniero en prácticas.
Todos en el módulo 54 volvieron su cabeza hacia él. Eduardo Girón había agarrado a la perra por una de sus patas y estaba intentando sacar algo de su boca.
– ¡Déjala! Añora a su dueño.
Suki pertenecía al ingeniero titular del módulo, fallecido una semana atrás. Aún era cachorro y, como todos allí, tenía implantes biónicos. Mariano, próximo a jubilarse, los separó. Dos pequeñas bolas cayeron al suelo de sus fauces. El hombre se agachó y las tomó con horror.
– ¡Suki! ¿Dónde has cogido los ojos de tu dueño? ¡Válgame el cielo, este animal ha perdido el norte!
Alejo Guzmán fue enterrado y sus ojos biónicos devueltos al módulo 54, donde se implantaba cualquier miembro que hubiese perdido un componente del Servicio al Ciudadano, en acto de servicio. Cómo la perra se hizo con ellos, era difícil de saber, cualquier cosa era posible en un animal implantado con dispositivos de Inteligencia Artificial, extravagancia de su amo. De su collar pendía la chapa “Bionics Med”, la prometedora empresa de Alejo, que había arrancado con honores en su primer proyecto.
-Después de todo la perra era la niña de sus ojos, ¿qué esperabas? – intervino el S.C. más joven, futuro sustituto de Mariano.
-No tiene gracia -replicó otro compañero. Todos seguían conmocionados por la caída del ingeniero desde la escotilla del techo del módulo, fruto de una reparación arriesgada.
Mariano trasladó a la Sala de Operaciones los implantes, entre el asco y tristeza. Se lavó las manos. Quedaron bajo una lámpara de mesa y la mirada de Suki. Tenían aspecto ordinario, sin embargo disfrutaban de memoria óptica autónoma.
Con toda la noche de guardia por delante, los S.C. se acomodaron en sus catres, la sala apenas iluminada por el foco exterior. En unos minutos todos quedaron dormidos, a la par que sus implantes se recargaban. Mariano Cuesta, sin embargo, no pudo siquiera tumbarse. Suki volvía una y otra vez a su camastro trayéndole los ojos, que él regresaba a su lugar.
Finalmente, decidido a dormir como fuera, arrastró la perra al laboratorio pero apenas hubo cerrado la puerta, se oyó un llanto de mujer.
– ¿Por qué narices le implantó esas tontadas a la perra? Me ha puesto los pelos de punta -dijo, irritado.
Nuevamente Suki tenía los ojos en su boca. Mariano los extrajo, apiadado de la perra y su dueño, y esta vez los dejó sobre su cargador. En cuanto hicieron contacto, las esferas se iluminaron, proyectando un haz de luz sobre el techo. Allí se desplegaron las últimas escenas de la vida de Alejo.
-¡Arriba todo el mundo!- gritó furibundo, regresando a la sala.- Eduardo Girón, quedas detenido por el asesinato de Alejo Guzmán.
Eduardo no se resistió. Sabía que había perdido las pruebas, la partida que llevaba dos años jugando a favor de B.I. Corporation y que Alejo había descubierto, y los próximos 25 años de su vida. Todo por un estúpido perro.