MORIR DOS VECES
Carlos Hugo Asperilla Cascajero | Carlos Hugo

Los pensamientos de Manuel Prado sentado en la sala de interrogatorios se habían tornado hacia un intento de estacionar cronológicamente los hechos de aquella mañana. Pero estaba en estado de shock y por alguna razón, el pensamiento estancado no se refería al “accidente”, que era el motivo por el que estaba detenido; su cabeza permanecía paralizada en la orden de vedas que anualmente publica la Junta de Extremadura para la caza del jabalí. Por otro lado, Manuel siempre se había considerado más pragmático, y minutos antes lo había demostrado; dilapidó su única llamada a un abogado penalista.
-En su primera declaración dijo que disparó por accidente -apreció el agente tras entrar en la sala. Se alinearon sus miradas-. Puede apelar a su derecho de guardar silencio. Aunque no se lo recomiendo. -Tomó asiento frente a él después de agitar el folio con la confesión. Con la mano izquierda sostenía un periódico plegado. -Escuche, hasta ahora va por buen camino, le beneficia el que no incurra en ninguna contradicción. Y lo más importante de todo. El que se haya entregado por voluntad propia le favorece.
-Disparé hacia un objetivo concreto -rectificó Manuel-. Creí que realmente se trataba de un jabalí, solo digo que ese hombre no debía de estar ahí. -Bajó ligeramente los ojos y el tono de voz-; Claro que yo tampoco debía de haber disparad. Ahora pienso que todo lo ocurrido fue una sucesión de casualidades; la niebla, la distancia, su vestimenta oscura, el que estuviera sentado con la espalda apoyada en un árbol no ayudaron a que ocurriera este accidente. Momentos antes de visualizarlo y disparar había visto como un jabalí corría en aquella dirección. Todo ocurrió en un segundo, ni siquiera me paré a pensar.
-¿Conocía usted a ese Quiroga? -Interrogó sin cambiar su gesto sobrio.
-¿Luís Quiroga es el muerto? ¿Me está tomando el pelo? -exageró desaliento-. Creo que no voy a decir ni una palabra más hasta que venga mi bogado.
-Quiroga tenía muchos enemigos. -El agente, lejos de ser abstinente, depositó el periódico sobre la mesa y lo arrastró hacia el detenido para que el titular estuviese bien a la vista; “QUIROGA ADMITE SU FORTUNA EN PARAISOS FISCALES DESDE 2008”.
-Pero ¿Qué demonios? -Se incorporó ahora irritado por la convicción de que el asunto se complicaba, y que ahora quizá el homicidio imprudente podría relegarse como una sentencia innegable.
Abrieron la puerta sin llamar dando paso a un ensordecedor repiqueteo de máquinas de escribir y a un funcionario que se aproximó al oído del agente, le dijo algo y le entregó un documento protegido por una carpeta transparente. Leyó su contenido e inmediatamente se dirigió a Manuel; -Señor Prado -se pronunció firme y con una mueca de satisfacción-. Puede usted marcharse a casa.
-No entiendo.
-Los forenses han encontrado en la chaqueta de Quiroga esta nota de suicidio.