Volvía de mi habitual paseo vespertino por el parque, cuando vi algo a lo lejos. A pesar de que estaba anocheciendo, ya se intuía que mi hallazgo no iba a ser agradable. Me acerqué con cuidado, y comprendí que había encontrado un cadáver con evidentes signos de violencia.
Nunca he sido valiente, pero la curiosidad hizo que me fijase en el rostro del difunto. No pude evitar lanzar un angustioso grito, cuando reconocí a mi vecino de arriba. Es verdad que era un tipo desagradable y antipático, con el que además había tenido varios encontronazos. El último de ellos hacía solo un par de días, debido a los golpes y ruidos que estaba haciendo de madrugada. Pero nunca se me pasó por la cabeza desearle un final tan trágico como ese.
Alarmados por mi grito, se empezaron a agolpar otros curiosos. Imagino que alguno de ellos avisó a la policía, pues a los pocos minutos se presentó una dotación. Me tomaron declaración allí mismo, y algo debieron notar en mi actitud puesto que amablemente me pidieron que les acompañase a comisaría. Yo reconozco que estaba en “shock”, y que probablemente titubeara en las respuestas, pero jamás pensé que me convertiría en el principal sospechoso. Empecé a ser consciente de ello cuando me preguntaron si quería llamar a mi abogado.
Me retuvieron varias horas en comisaría. Empecé a considerar que no debía deberse a una maldita casualidad que hubiese sido yo quien descubriese el cadáver. Quizá alguien que conocía mis costumbres, lo colocó allí estratégicamente para tratar de incriminarme. En el lugar donde apareció no encontraron nada, salvo las huellas de mis pisadas. El asesino se había preocupado de dejar bien limpio el escenario del crimen. Además, alguien había enviado las cintas de seguridad de la urbanización, en la que se veía claramente nuestra última discusión, en la que yo terminaba con la frase “… esto no va a quedar así”.
Al fin me dejaron salir, previa retirada del pasaporte y con la obligación de presentarme en la comisaria cada semana. No sé si por inercia, pero mis pasos me encaminaron hacie el parque. Entonces vino a mi mente la famosa frase que tantas veces hemos oído en las películas de que “los asesinos siempre vuelven al lugar del crimen”, por lo que decidí acelerar el paso, y cambiar mi trayectoria. En ese mismo momento, una sombra se me abalanzó inesperadamente mientras notaba un doloroso pinchazo en el abdomen.
Ayer desperté después de 12 días en coma. Por fin he podido leer en el periódico la noticia sobre mi ataque: “Detenido in fraganti el asesino del parque. Sus dos últimas víctimas eran vecinos del mismo edificio, en el que el detenido trabajaba de conserje.…”.
Todavía estoy dando vueltas al motivo que tuvo el conserje para atacarnos. La policía asegura que tiene sus facultades mentales perturbadas y que está obsesionado con nuestras esposas. Incluso había instalado cámaras ocultas en los dormitorios. Yo acabo de poner mi casa en venta.