Era una mañana de sábado, la dueña del Restaurante Arroceria Picón recibió una llamada. Otra reserva para mediodía.
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¿Que por qué? Pues porque la gente que le acababa de llamar dijo que pagaría setenta euros por persona.
Llegó el mediodía, y la reserva, decidió comer en la terraza. La mesa estaba compuesta por ocho personas. La mitad hombres y, la otra mitad mujeres.
– ¡Siempre haces lo mismo! -dijo uno de los asistentes
– ¡Eres un desgraciado! ¡Qué el diablo te lleve al infierno! –dijo un hombre, de veintiún años, molesto por un comentario del que le había insultado. Su nombre era Santiago, un importante empresario.
– ¿Disculpa? ¿A caso quieres que salga a la luz aquello…? –le respondió el primero, de la misma edad que el anterior. Se llamaba Carlos.
Santiago se calló y se levantó al baño. Pasó allí diez minutos.
-Chicos, vuelvo ahora. –dijo Carlos. Al levantarse, llegó Santiago
-Te acompaño. –dijo Javier, amigo de Carlos.
Pasaron tres minutos, cuando un grito alertó a los comensales:
– ¡Ayuda! ¡Carlos está muerto! –gritó Javier presa del pánico.
Todos los amigos fueron hasta el baño. Allí vieron a Carlos con cara de angustia claramente muerto –.
– ¿Qué ha pasado? –preguntó la dueña del restaurante mirando el cuerpo. Llamaré a la policía. Qué desgracia…
– ¡Tú eres el asesino! – la novia de Carlos acusó a Javier.
-No. Él no ha sido. –dijo una pareja joven, que estaba sentada en la mesa de al lado.
– ¿Y vosotros quiénes sois para decirlo? –dijo, de nuevo, la novia, llorando.
– Somos policías- dijeron los dos sacando su identificación.
En ese momento el inspector Robles examinó el escenario:
-Mm, presenta entumecimiento en ambos hombros, lesiones en ambos labios…. y, además, «observando a su alrededor» el asesino ha dejado una huella en el manillar de la puerta.
En ese momento Robles y Carmen, hablan con los amigos y resolvieron el caso.
-El asesino es usted, Santiago. Usted añadió en la copa de Carlos una pequeña dosis de Arsénico -Y no solo eso, para asegurarse, fue al baño y puso una trampa. Esperó a que la víctima abriese la puerta y así le caería una gota del veneno en la cabeza.
-No tiene pruebas. Además, podría haber entrado cualquier persona antes que él. -dijo Santiago
– ¡No! Yo escuché como le decías a Carlos que entrase al baño justo después que tú-Dijo Javier
-Señor Santiago comprobó esto ayer, ¿verdad?-Comentó Carmen.
-Ayer llovió, Carlos hizo esto mismo con la lluvia,-Comentó Robles Además, dejo su huella en el manillar de la puerta.
-Maldito inspector… Pues sí. Lo maté, pero se lo merecía. Sobornaba y acosaba a mi hermana.
Una persona así no tiene otro sitio en el mundo que el infierno. -He tenido valor.
-Te equivocas. –dijo Robles –Valor es una palabra de justicia.
Efectivamente, él fue el asesino y fue condenado a prisión. Pero nunca olvidó las palabras del inspector Robles.