Muertes sin sentido
Samuel Sopeña Casado | Samuel

El frío gélido de la noche era la única compañía del cuerpo sin vida de aquel niño de tan solo cinco años. Era el tercer cadáver en un mes hallado a la orilla del río.
La niebla era tan espesa que apenas se ve el cuerpo. Me acerco despacio y una enorme punzada recorre todo mi cuerpo al ver al pequeño. Seres indefensos que no debían sufrir y menos morir brutalmente.
Son del orfanato de San Juan que acoge a más de mil chavales sin hogar. La directora una mujer muy entregada a su trabajo y gran defensora de los derecho de los menores nos dio acceso a todo el recinto.
Tiene que ser alguien muy cercano y en el que confíen me repito una y otra vez.
Pasé toda la noche revisando los expedientes, algo se me escapa. Los niños desaparecen de noche, cuando sucede están los mismos cuidadores, pero todos tienen cuartada, la única cámara está en la entrada y no se ve a nadie.
Mis dedos se mueven nerviosos por la mesa como si tocara un piano. Paseo nervioso mordiendo un palillo, tropiezo mil veces con ese maldito azulejo roto. Ahora lo veo claro, ya sé por donde entra. Llamo a los miembros del equipo para que acudan al orfanato y que no hagan nada hasta que no estemos todos. El vigilante de noche se sorprende de vernos a altas horas de la noche.
Indico al equipo que me siga, vamos a la zona donde duermen los pequeños situada en la planta baja.
Registramos de nuevo habitación por habitación pero esta vez les pido que salten todos a la vez, cuando llegamos a una de las habitaciones ¡bingo! suena a hueco, movemos las camas y comprobamos que hay una trampilla, la levantamos y unas escaleras conducen a un túnel que lleva al exterior.
La entrada al túnel esta cerca de la carretera en lo alto de una loma, rodeada de arbustos.
Volvemos todos a la habitación, dejamos todo como estaba y pedimos a los presentes que no rebelen lo que hemos descubierto.
Pusimos un dispositivo vigilando la salida y seguimos investigando e interrogando al personal para no levantar sospechas.
Cuando las cosas se calmaron, el asesino volvió a actuar. Los faros de un coche iluminan la oscura carretera deteniéndose cerca de la loma, baja del vehículo y entra en el túnel.
Nos dirigimos a la salida, pese al frío estábamos sudando y muy nerviosos, había que ser rápidos y proteger al niño. Ya había pasado una hora y no sucedía nada. Mantener la calma era difícil.
Empezamos a escuchar ruidos, del túnel surgieron dos sombras. Logramos separar al menor sin causarle ningún daño y reducir a su secuestrador.
Cuando vimos quien era nos quedamos sorprendidos, no era posible que la directora fuera la responsable. Los interrogatorios se prologaron durante días. Confesó los asesinatos, pero no por qué lo hizo. Una mañana la encontraron sin vida en su celda, llevándose el secreto a la tumba.