NADA ES LO QUE PARECE
Matías abrió los ojos, miró a un lado de la cama del dormitorio, estaba solo. Se levantó y salió a la terraza, hacía un día esplendido, al fondo se veían algunos barcos de recreo y en la playa había mucha gente.
Se dirigió al baño y, al pisar el gres, se le pegó un líquido pegajoso. Tendida en el suelo yacía una mujer con la cabeza llena de sangre, cerró la puerta y se sentó en el sillón con la cabeza entre las manos.
Matías era un policía nacional, tenía 54 años, había regresado a Madrid después de muchos años en el País Vasco, años de asesinatos y terror en los que ni siquiera los vecinos sabían dónde trabajaba. María, su mujer, estaba de los nervios, era una situación insostenible ocultar continuamente la profesión de su marido,
Estando en Bilbao fue cuando Matías empezó a beber, primero fue una cerveza al salir del trabajo con los compañeros y ahí empezó su verdadero calvario.
Así pasaron los meses y Matías no pasaba un día sin beber y solo encontraba refugio en el alcohol, en esos momentos de inconsciencia encontraba la paz.
Cuando lo destinaron a Madrid, María respiró porque seguramente sus vidas cambiarían y no serían el terror que habían estado viviendo en Bilbao.
Al principio todo iba bien pero María empezó a observar que cuando su marido llegaba a casa olía a alcohol.
María, harta de la situación, le dijo:
– Me voy, no puedo seguir viviendo así.
Matías, dando tumbos por la calle, entró en un bar y allí siguió bebiendo…
Sentado en el sillón de aquel piso Matías se dijo:
– ¿Dónde estoy? No recuerdo nada.
Volvió a mirar la puerta del baño, después miró hacia la terraza, había unas huellas de pies descalzos de color oscuro que acababan en el sillón donde él estaba sentado. Fue al baño y dentro no había nadie.
Matías oyó conversación en el pasillo y se acercó a la mirilla. Vio al portero y a dos policías, éste les decía:
– Les he avisado porque anoche oí ruidos pero no le di importancia. Ha sido esta mañana al ver que Carmen, la dueña de este piso, no contestaba a mis llamadas, cuando me he asustado, pero… ¡Quién se iba a imaginar que a Carmen le había ocurrido esto!
El Policía contestó:
– Hay que llamar al forense para que proceda al levantamiento del cadáver pero, no hay lugar a dudas, por el rigor mortis esta señora lleva muerta desde anoche.
– Hay un rastro de pisadas de sangre, parecen pies descalzos, que van desde el baño a la terraza pero desaparecen en la barandilla- contestó el otro policía.
– ¿No vio Vd. a nadie ayer con ella?
– No- contestó del portero.
– Y en los demás pisos, ¿vive alguien?
– No, son apartamentos de temporada y todos están vacíos, en este edificio no vivía más que ella.