«Nadie es quien parece»
Elías Mondragon Ruiz de Amorebieta tenía su despacho de investigador privado en el salón de la casa de su madre y aquel domingo de ramos atendía una petición para encontrar al asesino de la niña Blanca Abril Figueroa, cuyo cadáver apareció flotando desnudo en una pequeña poza de la regata del pueblo el día de San Valentín apenas un año después de su desaparición. Y quien hacía la petición no era otro que Sebastián García del Valle Gómez del caserío Mendinea ya que en sus tierras tenía su origen aquella regata. Y como vivían cerca quería saber cuál de sus vecinos quiso que él muriese de infarto cuando encontró el cadáver. Y por allanar el camino de Elías vertió todas sus sospechas sobre Santiago Iglesias Clarín, un oscuro ser que hablaba sólo y daba miedo. -¿ Y porque él? Inquirió Elías. -Porque el Doctor Roberto Galán Sánchez me ha dicho que a menudo lo veía mirándola y tenía un pasado de vicios muy conocidos y sabemos que estuvo en el ejército y casó con una mujer de pasado sórdido -usted ya me entiende- que le dejó. – Vaya, contestó Elías. Pensando en cómo afrontar la investigación.
Sin embargo la guardia civil encontró una prueba irrefutable de quien lo hizo. Y en una semana, en la que Elías estuvo persiguiendo a Santiago a todas horas, fue a por el Doctor, a pesar de su carrera intachable, y es que la niña Blanca, como una loba, entre sus dientes tenía piel. Y tras el ADN resultó ser del doctor. Así que fueron a verle. Y allí lo encontraron, colgado de una viga de su consulta, la silla tumbada y el orín teñía el suelo. Y es que en el mundo, pocos son lo que parecen.
©ManuelAcostaMás