NEBLINA
Edgar se sirvió otro vaso Bourbon. Fantástico, pensó, chasqueó la lengua y apuró otro vaso y después otro hasta que no quedo nada.
Buscó otra botella y se dio cuenta de que era la última. Se sirvió otro vaso y bebió despacio mientras miraba por la ventana cómo la niebla se adueñaba del paisaje entre la oscuridad.
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Se sentó y, con las pupilas llenas del color ámbar del bourbon, comenzó a escribir la Caída de la Casa Usher.