Dime hace cuánto tiempo sabes de mi?
Se de muchas cosas, pero tú me pillas, no creas que tendrás otra oportunidad.
Nombre: Ángel Ramírez
Ciudad de nacimiento: Madrid
Edad: 28 años
Antecedentes policiales o penales: No
«Esta lámpara, estás dos sillas y el cenicero lleno de colillas serás testigos, a parte de los agentes que estás detrás de esos cristales esperando a oír lo que quiero yo contar, aprendices de bandidos con uniforme y a ti que te relajes los dedos agente Pérez.
Me rodee siempre de miseria, de necesidad y hambre, del frío de la muerte o del calor sofocante, ya sabes de las quejas de Madrid, que jamás hay medidas, o no llegamos o nos pasamos ( sonríe)
Trafique con sangre y plasma humanos, así como lo oyes, los ricos pagan fortuna por ellos. Le hice un favor a la Ciudad, barría con todo lo que para la ciudad sería un referente negativo para el turisteo, quien repara en yonkis, mendigos, ladrones de poca monta, abuelos abandonados a su suerte. Nadie. Pues yo ahí vi la materia prima.
Tenía un cliente, cuando era vendedor de ciertas sustancias, que estudiaba en una universidad muy cara, vivía en un barrio pijo, pero él desentonaba, según decía, iba para científico, pensaba en dinero todo el tiempo. Me causaba gracia. Pero él era un lobo suelto. Sólo tendría que encontrar el cordero atado.
Supimos de ti agente Pérez porque empezaste a preguntar por ciertos toxicómanos en la estación de Pitis, los yonkis venden su alma al diablo por una dosis de esa basura. Les dábamos muchas dosis para que traigan a más toxicómanos, y después como si de un matadero se tratara los llevábamos al campo y empezábamos a «producir». Nuestro científico ya sabía lo que tenía que hacer. Nuestro niño pijo. (Sonríe de nuevo).
Pero no podré ir más allá agente Pérez, muchos ya saben que me tenéis, muchos de la élite no dejarán que hable, no tengo garantías de hablar, sólo diré que su batalla está perdida, desde antes que la libres.
No sabes bien quién se nutre de nuestro negocio, al más alto nivel.
No intente vengar a su suerte, esta ya está hechada.
Aquel niño que tenía la cabeza despierta, orgullo de sus padres, pero que fue creciendo y se lo comió la calle, el que se enamoró de la vida, día y noche, y así a sus 49 se volvió alcohólico, se salteaba las cenas, con su amor de siempre «La Chelo», decían que tenían un hijo, pero que el hacía su vida y ellos pues vivían la que habían elegido.
Como es la vida de desgraciada para algunos, yo sabía de muchas historias, pero jamás ni en el mejor guión me hubiera imaginado una así.
Nosotros trabajábamos con productos caducados, los que se tiran a la basura, los que nadie quiere. Pues yo los aproveche, pero quién diría que ese par resultaría mi ruina, el azar a veces juega una mala pasada, quién diría que un reconocido agente tenía a los padres en las Barranquillas.