No hay vuelta atrás
Iván Humanes Bespín | J. Sinclair

Para mi decepción, ni el inspector de zona tuvo la mínima consideración por las amenazas. Lo entiendo. Es normal que en la comisaría donde trabajo no hagan caso de una estúpida nota. O que Stela se ría al leerla. Todos han recibido alguna vez un anónimo. Y el día siempre acaba compartiendo unas cervezas con Hohner. Se lo cuento. Y él deja pasar el asunto. No le da importancia. No hay peor puñalada que la ausencia del abrazo de Hohner. Acabamos conversando sobre su trabajo, su posible separación, el fútbol. Tomamos la última.
−Dime si tiene otro… Cuando puedas−implora. Asiento.
Es despedirse de Hohner y notar una intranquilidad bruta. Uno camina con las manos en los bolsillos de la chaqueta. Es invierno y el frío es una excusa para aligerar el paso y llegar a casa. Las avenidas parecen estirarse. El anónimo se desgrana en la mente: “ Morirás”. La sombra asusta. Hay que evitar girarse. He sido marcado. Y después de la marca no hay más salida que la muerte.
Por la mañana, Stela sonríe al traer los expedientes. Conozco esa sonrisa. Hecho mano al cajón donde duerme el anónimo y se lo enseño otra vez. Ella se siente orgullosa de estar con alguien en peligro. Coge la carta con ansia y la relee, toca los bordes de las letras recortadas. Desea todo lo extraño. Pactamos en susurros una hora: las doce. Nos citamos en el cuarto. Ella entra primero, yo la sigo.
−Puede que haya sido tu esposo −le suelto.
Pensar eso me excita. Le digo que me explique más cosas de él. Nos acariciamos mientras hablamos de él. Disfruto. Evito pensar en la muerte. De todas las muertes posibles, la que más temo es morir estrangulado.
−Tienes que decírselo −me suelta.
Me quedo callado. No hay vuelta atrás. Esta noche, tras la cerveza en nuestro templo, me tendré que despedir de todo: del invierno y de Hohner. Porque él es un mapa que no he podido descifrar. Le desearé suerte con su mujer. Mentiré para conseguir su sonrisa. Saldré de allí a pasos lentos. Descubriré en el último abrazo quién es Stela de verdad. La traición de Stela.
Pero soy un actor incapaz. Le seguiré hasta su casa. Desearé que Stela nunca vuelva ahí más. Porque esa será mi casa. Porque estas manos mortales que ya no reconozco como mías; son las que en recortaron las palabras. Todo para impresionar a mi amigo y encontrar en él la protección. El cariño que siempre se me ha negado. Estos dedos deben ser los mismos que aplastaron los bordes y anotaron la dirección, mis datos en comisaría. No los reconozco porque estas son unas manos brutas, sucias, extrañas: muy poco de fiar. Capaces de acariciar a Stela y de creer que acarician a Hohner. No puedo evitarlo. Mis dedos adoran la marca, el deseo. Se mueren por el cuello firme de Hohner. Porque yo quiero mucho a mi amigo. Mucho más que a Stela.