NOCHE DE JUEGOS
SARABEL RAMOS BONO | Sarabel

Salió a fumar en la noche oscura, con himnos y algarabía, muy de fondo. Era la final de la Champions y la ciudad estaba centrada en el fútbol. Toda la ciudad, salvo Eli y sus amigos que prefirieron reunirse en el bajo para jugar a rol.
Los policías vigilaban las calles con sus miradas atentas.
— ¿Todo bien, muchacha?
La joven expulsó el humo del cigarro, y asintió.
El bullicio se desvaneció cuando finalizó el partido y el lugar se quedó desierto, dejando mucha tranquilidad.
Manu salió también a la calle para dar conversación a Eli, cuando de repente, se escuchó un disparo. Los jóvenes dieron un grito totalmente aterrador. Vino del callejón oscuro de enfrente. Contemplaron una escena desoladora: un hombre tirado en el suelo, sobre un charco de sangre. Tenía un uniforme de pizzero.
Eli y Manu rápidamente se metieron en el bajo con los demás, y frenéticos, llamaron a la policía.
Al poco tiempo, comenzaron a escucharse varias sirenas y tocaron la puerta del bajo. Se presentaron dos detectives uniformados: uno era mayor y corpulento, con un bigote canoso y mirada seria; mientras que el otro era mucho más joven, delgado y expresión risueña.
— Vamos a tener que haceros unas preguntas —dijo el detective en una actitud hosca—. ¿Qué estábais haciendo cuando vistéis al cadáver?
— Yo… salí a fumar —dijo Eli desolada—… Estábamos jugando a rol, y salí a fumar en el descanso.
— ¿Jugando a rol? —preguntó el señor extrañado.
— Em… sí, interpretamos personajes de fantasía y lanzamos dados.
— ¿Habíais pedido una pizza?
— Sí… sí, la verdad —respondió Eli temblorosa.
— ¡Vamos hombre! —interrumpió Manu—. Hoy quedamos para jugar a rol, salimos a la calle y casualmente escuchamos el disparo. El pizzero estaba muerto, pero no sabemos más. Somos un grupo sano, que nos gusta estar en casa con nuestras “frikadas”.
Mientras, el otro detective, miraba el entorno del bajo. En efecto, había una mesa desordenada con folios, un libro y dados de colores. Miró a su compañero y le hizo un gesto para irse.

Los dos detectives salieron por la puerta y se dirigieron al callejón del crimen.
— Señor Lorenzo, ¿crees que han podido ser los muchachos?
— Hay quienes no distinguen la ficción de la realidad, Miguel —contestó reflexivo.
A ellos se acercó la inspectora María. Una mujer trajeada con guantes de látex.
— ¿Alguna teoría sobre este delito? —preguntó la inspectora.
— Bueno, los muchachos que jugaban a rol son sospechosos, pero tendremos que investigar más.
— Te aporto información nueva: el pizzero tenía unas banderas de fútbol pintadas en sus mejillas.
— ¿Crees que ha podido ser alguien que apoyaba al equipo contrario?—interrumpió Miguel.
— Piensas bien Miguel —Lorenzo sonrió a su compañero–. A veces la envidia no controlada es la principal causa de un crimen imprevisto.

Definitivamente el aire estaba cargado de misterio. Los detectives se miraron entre sí en un profundo silencio, mientras que Lorenzo se rascaba la barbilla pensativo. Le esperaba una dura noche de recopilación de pistas.