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Jesús Rodríguez | jesus_zed

Eran las 23:00 de un martes, la noche caía sobre Madrid y el frío comenzaba a hacer acto de presencia en el tugurio más recóndito de la ciudad.

El detective Belmonte apuraba su tercera copa de whisky mientras su cabeza no cesaba ni un instante en intentar unir las piezas de un puzle que permitiría capturar por fin al asesino que había estado aterrorizando al país durante meses.

Todo el mundo hablaba del tema, los periódicos, las televisiones, las redes sociales… eran el hilo conductor del pánico de la población. Cada día después de la Luna llena, las noticias despertaban con la noticia de una nueva víctima, ascendiendo a un total de 13.

Belmonte era el principal responsable de la investigación, y aunque contaba con el apoyo de sus compañeros, era imposible no sentir todo el peso y responsabilidad en sus hombros, estaba abstraído de todo y había dejado de lado su vida por resolver el caso después de más de un año.

Tenía la fecha del próximo asesinato, dentro de 3 días, pero necesitaba algo más para poder salvar a la futura víctima. De repente, se abrió la puerta del bar y como si de una sombra se tratase, un hombre alto con un abrigo negro, sombrero y gafas le dio a Belmonte un sobre, y de la misma manera que había aparecido se fue. El sobre contenía unas coordenadas, junto con la fecha de la próxima luna llena. No entendía nada, ¿Quién era esa persona? ¿Y cómo había conseguido esa información? De lo que si estaba seguro era de que no iba a desaprovechar esa oportunidad.

Las coordenadas apuntaban a una nave en un polígono industrial a las afueras de la ciudad, el operativo estaba oculto esperando algún movimiento. De repente apareció un coche que aparcó en uno de los laterales, se bajaron 2 hombres, uno apuntando con un arma al otro, y accedieron al interior de la nave. Belmonte y sus compañeros aparecieron en escena y apuntaron sus armas contra el sospechoso, el cuál intentó de manera desesperada abatir al detective, pero su intento fue en vano y los policías consiguieron reducirlo.

Al acercarse a la víctima se dio cuenta que era la misma persona que le dio el sobre en el bar, cuando este se quitó las gafas y el sombrero Belmonte entró en shock, no podía articular palabra, un escalofrío recorrió toda su espalda, ese hombre era él mismo 20 años más mayor.

«Hola, no sé si decir ‘encantado de conocerte’, no debe ser fácil digerir este momento, tenemos mucho de qué hablar, esto es sólo el principio…».