Ocho de Octubre
Manuel Joaquín Gil Sevillano | Manuel

Se encontraban cada ocho de octubre en la misma cafetería de siempre de su ciudad. La fecha la habían decidido de común acuerdo, por haber sido la misma que la de del aquel día del primer beso, del primer abrazo o del primer gesto de amor correspondido.
Y allí estaban, otra vez, con un año más en sus silencios y una ocasión menos en sus miradas, ella frente a él y él frente a ella. Juntos, durante una larga tarde, solo para saber de sus vidas, de sus miedos, de sus sueños e, incluso, de sus ilusiones. Para notar cómo el tiempo los seguía despojando de oportunidades. Para desvelarse lo que, jamas, se atrevieron a desvelar a nadie. Para contarse cómo habían ido creciendo sus hijos. O hasta para callarse todos aquellos sentimientos que no estaban hechos para cobardes. Para saber, en suma, y con certeza, que sus vidas ya no serían las mismas desde aquel primer ocho de octubre…