Todo el día lloviendo. Sara estaba de un humor de perros y con razón. Tiró la ropa empapada en el cubo de la ropa sucia y se metió en la ducha. <<¿En qué momento decidí hacerme policía?>>, se preguntó por enésima vez.
Se había pasado toda la tarde esperando frente al cementerio, esperando ver a alguien con un letrero muy grande que pusiera «SOSPECHOSO». Eso exactamente le había dicho al compañero que se acercó al coche para llevarles unos cafés bien calientes. El asesino no iba a ser tan idiota como para aparecer por allí. Si en las películas y las novelas siempre hacían referencia a eso. Además, la calle frente a la entrada del cementerio estaba mortalmente vacía, el coche, aunque no llevara ninguna insignia, parecía gritar: «somos polis, estamos de incógnito, pasa de largo».
Al entierro, por otra parte, había acudido poca gente. Sara esperaba muchas personas, la difunta _víctima del asesinato que investigaba_ era una chica muy joven, debería tener muchos amigos o conocidos que lamentaran su pérdida. Se trataba de una joven que había vivido la mayor parte de su vida en esa pequeña ciudad. La habían encontrado muerta hacía dos noches en su casa. El cuello rajado evidenciaba que se trataba de un asesinato. Nadie del equipo de policía tenía la más mínima idea de cuál podía ser el móvil del crimen. No había habido abuso sexual, ni robo y trabajar en una zapatería no solía generar grandes conflictos ni con clientes ni compañeros que quisieran ascender o tuvieran envidia. Sus padres afirmaban que era una «niña buenísima que apenas salía de casa, a pesar de tener veinte años».
Sara se sentó con una toalla en la cabeza y volvió a repasar todo lo que habían averiguado hasta el momento. Muy poca cosa, eso es lo que habían averiguado. Volvió a recordar el rostro sin vida de Inés. ¡Cómo deseaba atrapar al malnacido que le hizo eso! Sara, no sabía por qué, pensaba que era un hombre.
Con aquella posición, el cansancio acumulado por el estrés y la estufa delante, Clara no tardó en quedarse dormida. Se despertó al cabo de dos horas, ya noche cerrada. Al recoger la carpeta con las notas que habían resbalado al suelo, una de las fotografías llamó su atención. Desde aquel ángulo se dio cuenta de un detalle que antes pasó desapercibido. Inés llevaba puesta una camiseta con un logo muy curioso que visto de través, tal como lo hacía ella en ese momento, identificó en el acto.
Lo había visto justo al aparcar el coche esa tarde que parecía perdida. Un adhesivo enganchado en un árbol mostraba una especie de ojo a modo de logo y unas palabras inquietantes. Clara había tenido tiempo de leerlas varias veces mientras hacía vigilancia. Movida por una intuición, se puso a buscar toda la información. Se trataba de una secta, como sospechó al ver el adhesivo.
A la mañana siguiente, ya tenían detenido al asesino.