Son las siete de la mañana; el humo del café se confunde con la niebla que asoma por la ventana.
Salva llega tarde como siempre.
La inspectora entra de un portazo y grita:
-Tienes un informe sobre la mesa. Un asesinato a las tres de la mañana.
-No,es un suicidio. Dije.
-No escuchas? He dicho asesinato. Añadió.
-Pero las fotos…
-Eso es lo que nos quiere hacer creer el asesino. Joder pareces nuevo.- Finalizó la inspectora.
Salva se sienta con la taza de café todavía humeante y observa detenidamente el informe y las fotos.
Se trata de una chica que ha sido encontrada en su domicilio, colgada, pero con un golpe en la cabeza. Todavía no ha llegado el informe de la autopsia, pero todo indica que el asesino novato golpeó a la víctima y luego fingió un suicidio.
El móvil parece ser el robo de un ópalo negro, una piedra preciosa que perteneció a la reina del ópalo de Australia. Se trata de una leyenda que muy pocos conocen, pero para los cuáles tiene un valor incalculable.
Parece claro que el asesino es un novato, en cambio no ha dejado ni una huella.
Salva piensa en voz alta:
-Cómo demonios ha llegado esa piedra a este pueblucho?
Coge la chaqueta y sale del despacho, hacia el hospital donde está el forense.
Cuando llega se encuentra una ambulancia y cuatro coches de policía.
-Que ha pasado?
-No puede pasar. Le advierte un de los policías.
-Soy detective. Déjeme pasar.
Salva corre hacia dentro y descubre horrorizado que hay un cadáver tapado con una sábana blanca.
Han asesinado a Yolanda,la forense del caso;su ex-novia.
No podía creerlo.
-¿Qué quería ocultar el asesino?,¿0 era un suicidio como a simple vista parecía y alguien intentaba ocultarlo?
Cogió la chaqueta que había caído al suelo y salió rápidamente por la puerta.
Se había convertido en algo personal.
Comenzó a investigar sobre la piedra;sobre cómo había ido a parar a su pueblucho natal. Todas las pistas le llevaban al instituto de geología del lugar y casualmente la asesinada y su hermano eran geólogos y habían tenido acceso al ópalo y a toda la información sobre él.
Dos días más tarde, apareció en la puerta de la casa de la chica muerta.
Al otro lado abrió una mujer de entrada edad y con los ojos rojos de la pena.
-Mi hija muerta y mi otro hijo desaparecido. ¿Por qué? ¿Por una piedra?
La señora se sentó frente a mí en una mesa alargada y tosca. Agachó la cabeza y se hizo un eterno silencio.
-Esa piedra solo ha traído desgracias a esta familia desde que llegó. Primero mi marido y ahora esto. Está maldita.
Mi hijo Lucas se ha ido a tirarla bien lejos para que no haga daño a nadie más.Dijo sollozando.
Salva quedó en silencio, observando a la mujer.
Tenía que ser un suicidio; porque era evidente que la habían golpeado, con lo cual sólo la autopsia podía sacarnos de dudas.
Pero, ¿quién querría asesinar a la pobre Yolanda hasta el punto de ocultar información. Quizás la maldición del ópalo también la había alcanzado a ella?
Y, ¿A nosotros?¿Nos alcanzaría? ¿Estábamos en peligro?