Cuando me bajé de aquel avión, una sensación de escalofrío invadió mi cuerpo desde el rabillo hasta la coronilla. Supe en ese momento que lo que David quería contarme no era algo tan descabellado como el mismo decía.
El día era nublado, y un mercedes rojo con los cristales pintados me esperaba junto a un hombre de complexión fuerte que sujetaba un papel con mi apellido. Monté en la parte de atrás y el recorrido por las calles de Madrid me expuso a los grandes edificios que se alzaban ante la figura tan pequeña del coche. Al poco tiempo dejamos las grandes carreteras de hasta cuatro carriles en el mismo sentido y sin darme cuenta circulaba por un bosque de pinos oscuros.
Al fondo del camino se alzaba una casita de madera pequeña, como si de un cuento se tratase. Y tras aparcar el coche una señora negra vestida con ropa remendada se dispuso a cortejarme de una forma agónica.
Dentro de la casa me esperaba mi amigo de la infancia David. Ciertamente aún no os he contado que hago aquí, y por descontado, ni yo mismo lo sé. David trabaja como investigador en una unidad secreta de la policía gubernamental de España y me llamó hace una semana obligándome prácticamente a viajar. Yo vivo en Burdeos, Francia, y meramente soy un simple escritor de novelas de misterio.
David me ofreció una copa de whisky y tras darle el primer trago comenzó a contarme.
Necesitaba mi ayuda en un caso. El forense no había podido encontrar nada en los cuerpos, ni la policía prueba alguna.
Tras revisar los informes del caso me volví loco, no podía dejar de pensar en todas las rarezas que contenía ese caso. Era todo una incongruencia.
Pero al mismo tiempo algo me decía que no me lo estaban contando bien. Que no lo sabía todo.
Una noche mientras me encontraba borracho de whisky en el salón de la casa, decidí subir a la habitación de David a ver si encontraba los datos que me faltaban. El andaba por ahí con tres mujeres que solo querían sacarle los cuartos. O eso dijo.
Descubrí rebuscando entre los papeles que tenía encima de la mesa de trabajo que David era el asesino de todas esas personas. Por eso el caso estaba lleno de fallos. Tenía fotos de sus víctimas y tenía una foto mía.
En ese momento la puerta de la habitación se cerró de un golpe.
Y una presencia se hizo notar tras de mi. Cuando desperté me encontraba en la cocina, maniatado y con David sentado enfrente de mi.
Comenzó a disparar su odio, me confesó que siempre me había amado y yo no había querido ver nunca su homosexualidad por culpa de mi homofobia. Que mataba por placer para romper el amor entre las personas.
En ese momento un estruendo sonó en la parte de abajo de la casa y una bomba de humo nos cegó y adormeció.
Cuando desperté me encontraba en comisaria, la señora negra que se llamaba Dorothy había confesado.