El despacho donde se cometió el crimen permanece intacto, sin más señales de violencia que el cadáver que yace sobre la alfombra. La inspectora Valeria en cuclillas observa el cuerpo inerte del que tiempo atrás fue su marido. Durante un segundo, tiene la impresión de que aquella puede ser una de sus estúpidas bromas. Pero el rostro pálido y la sangre que se extiende por la alfombra le hacen entender que no. Entonces, siente un interno arrebato de rabia y quiere zarandearle y gritar “¡te lo advertí!”Pero, se limita a observar.
A Marcos le gusta trabajar mirando al jardín, por eso su escritorio está frente a la ventana. Todo hace indicar que se ha levantado a saludar a alguien que lo ha sorprendido con un disparo en el pecho. Valeria repara en las dos fotos enmarcadas sobre el escritorio. En una aparece una señora mayor sonriente con una pequeña casita al fondo. Es la abuela Encarna, la mujer que crio a Marcos, su única familia. Al lado, otra de tres niños a la entrada de un colegio. Valeria se reconoce a sí misma en el centro, Marcos le pasa seguro el brazo por los hombros y Sergio sonríe tímido.
Se conocieron el primer día de colegio y fueron los tres mosqueteros hasta que terminaron el instituto. Fue Encarna quien, harta de los castigos que les ponían los profesores por levantarse a hablar entre ellos durante las clases, les enseñó a comunicarse usando pajaritas de papel. También era la que soportaba con paciencia sus juegos, pues su casa era el lugar de reunión. Ella ayudó a entender a Valeria las tontas discusiones en las que se enfrascaban a veces los chicos. “Los hombres compiten, hija… está en su naturaleza”.
En realidad, Marcos siempre ganaba, era una de esas personas con carisma las que parece que la vida les sonríe. A Sergio, no aparentaba importarle demasiado hasta que, cuando estaban en la universidad, Valeria y Marcos comenzaron a salir como pareja.
Los chicos empezaron a meterse en negocios un poco turbios de los que Valeria no quiso saber nunca demasiado. A veces discutía con Marcos, que terminaba convenciéndola de que no era para tanto. Un día intentó hablar con Sergio, él se puso furioso y le echó en cara su relación con Marcos. Se abalanzó violento sobre ella, pero Valeria logró zafarse. Él le dijo que los destruiría a los dos. Fue el fin de su amistad.
Después, Valeria se dejó arrastrar por las promesas de amor de Marcos y vivieron un matrimonio tan apasionado como irreal. Uno de los motivos de su divorcio fue enterarse de que Marcos había retomado los negocios con Sergio. De eso hacía ya más de diez años.
—¡Usted no debería estar aquí, inspectora Valeria!— la voz del capitán la devuelve a la realidad.
Junto al cadáver, lo único que llama la atención es una pajarita de papel.