Claro está que tu vocación frustrada fue la de policía. Desde que te hiciste taxista, has fantaseado secretamente con que alguien te diga aquello de ¡siga ese taxi, rápido! Pero no es como lo imaginabas. ¿Qué taxi? -has balbucido atemorizado- Habías escuchado historias de tus compañeros acerca de cosas que pasan de madrugada esperando clientes a la salida de la disco de moda, pero esto es demasiado.
– ¡Coño, el que tenías delante! -gritan con acento africano, exaltados hasta el paroxismo, los dos hombres de color que han subido al coche como un vendaval- ¡El que ha cogido la rubia! ¿No la has visto? -ruge uno- ¡Por allí va! ¡Acelera, que la perdemos! -aúlla el otro-
Mecánicamente, ya vas tras el vehículo, sin querer alcanzarlo pero sin querer contradecir a estos tipos de tez oscura como la noche y mirada fiera como un incendio. En tu cabeza no paran de bailar ideas funestas a un ritmo vertiginoso. Claro que has visto a la rubia, como para no verla; piernas kilométricas y minifalda sumarísima. Iba dando tales bandazos que hasta ha golpeado tu puerta al pasar abrazada a su amiga.
– ¿No puedes llamar por radio a tu colega? -vocifera uno escupiendo saliva por la comisura de los labios-
– ¿Qué colega? -tartamudeas tú cada vez más asustado-
– ¡No te hagas el imbécil, joder! ¡El del taxi!
– No podemos hablar por radio a otros taxistas -mientes, rezando por que no detecten tu embuste-
– ¡Pues llama a centralita, hostia! -chilla el otro, al tiempo que habla con alguien por el móvil- ¡Claro que se ha tomado la droga! Si casi no podía tenerse en pie.
– ¡Cómo pudiste perderla de vista, cabrón! -interpela el otro al del móvil-
– Lo siento, bro, me despisté solo un momento. ¡Joder, tío, pilla de una puta vez al taxi, que aquí va a haber tiros! -dirigiéndose ahora a ti con mirada asesina-
Casi te cagas encima, pero qué hacer. ¿Vas a cruzarte delante del otro taxi? ¿Y entonces qué? Saldrán del tuyo, sacarán a la chica a punta de pistola y la meterán en tu asiento trasero, o te harán abrirles el maletero; demencial. Lo pierdes de vista al girar una esquina; ya no escuchas las amenazas que no cesan de lanzarte; la cabeza te vuela; y entonces, justo al girar, un coche de policía parado con las sirenas girando. Frenas casi chocando y sales a la desesperada del taxi llamando a gritos: ¡policíaaaaaaa!
– No se preocupe, -te tranquiliza un agente- ya está detenida y la chica a salvo, por la llamada desde su taxi, gracias por su servicio.
Solo entonces ves cómo esposan a una despiadada procuradora, que droga chicas en discotecas y las ofrece a redes de prostitución forzada. Esta vez, la chica, la que no viste oculta por el escultural cuerpo de la raptora, mientras la arrastraba al taxi antes de que cayera completamente inconsciente, tuvo suerte. Sus hermanos, casi tan críos como ella, estuvieron allí para salir al rescate, subiendo en tu taxi, y tú no dejas de pensar en la confusión que trae la noche.