PERTENECER
Agnès Ortega Pérez | Agnès Ortega

Me dio la bienvenida a este lugar con unas palabras dulces, parecía como una persona cercana y a la vez maestra. El sitio se asemejaba a un campamento para todas las edades, visitamos las zona. Observé a las personas que desarrollaban labores, como tejer ropa, alfarería, tallar madera. Luego otras zonas que servían de entretenimiento, como bailar, jugar a cualquier juego, cantar, y más cosas, parecía una fiesta en perfecta armonía. También visité las zonas de limpieza, cocina, baños y dormitorios. Un gran lugar lleno de muchísimas personas.
Le comenté que tenía muchas ganas de participar en cualquiera de las zonas visitadas, pero mi acompañante no me dejaba. No comprendía porqué no podía participar en el campamento. ¿Entonces qué estaba haciendo allí?
Al cabo de un rato de observación, me fijaba como las personas se interesaban es sus tareas. Mi acompañante me comunicó que eso es lo que debía hacer, atender a las personas y nada más.
Pasa un tiempo, seguía mirando el exterior y junto a mí apareció una nueva persona. Me dijo hola y yo le pude contestar de igual modo. Me di cuenta que con esta persona sí podía tener una interacción diferente, me sentía con plenitud y asombro de poder avanzar en este lugar. Me giré y mi acompañante mostró que el resto de gente seguían sus quehaceres sin dar importancia a mi presencia. Mi entendimiento de lo recién sucedido hacía ver que algo no me cuadraba, ¿cómo podía estar relacionándome con esta nueva persona y con resto del campamento no?
Seguí observando y de repente un rayó de energía me atravesó el cuerpo. Ya entendía qué estaba pasando. Un sudor frío apareció en mi rostro. Ya tenía claro qué era ese lugar y cuál era mi siguiente paso.
Llamé la atención de mi acompañante y le miré, llené mis pulmones y me dije internamente que debía calmarme. Sabía perfectamente de dónde venía y todo lo que había sucedido. Mi acompañante al verme con tal semblante me preguntó qué sucedía. Entre cortada me salió la voz. Pero tomé fuerza y lo pude soltar. Me daba igual lo que iba a suceder, pero tenía que decirlo en voz alta y poder darle claridad a mi situación. ¿Estoy muerta verdad? Se queda fijamente mirándome. Y mueve su cabeza afirmando a la vez que verbaliza así es.
Me giré de nuevo al resto del lugar, sentí paz en mi ser y vi como la gente se giraba y empezaron a saludar amistosamente para que me pudiera acercar a cualquiera de las zonas del campamento y así poder empezar a participar, de ese modo poder pertenecer.