La inspectora Lidia se sentía inquieta. Todas las pistas de la investigación conducían a Carlos como el autor de los crímenes. Volvió a retocarse los labios frente al espejo del coche camuflado, colocándose el vestido, antes de que la dejaran junto al semáforo para su falsa cita con el asesino. La que sería su próxima víctima tendría que convertirse ahora en la mujer que lo atrapase. En el bolso llevaba la pistola USP Compact y un micrófono de escucha. Caminó lentamente hasta la calle del restaurante, tratando de relajarse.
Se sentó en la barra y pidió una cerveza, comprobando que Carlos aún no había llegado. El restaurante estaba prácticamente lleno. En una de las mesas, comiendo unas pizzas, identificó a los agentes de apoyo, haciéndose pasar por simples clientes. Varias parejas charlaban mostrando una cariñosa sonrisa, ajenas a todo lo demás. La inspectora Lidia intentaba concentrarse para no parecer nerviosa. Después de unos diez minutos el tipo apareció por la puerta. Aparentaba mucho más delgado que en las fotos, aunque mostrando su atrayente rostro y sus cautivadores ojos azules. Se imaginó cometiendo los cuatro crímenes. Cuatro mujeres como ella que habían sucumbido a sus encantos y a la droga. Sus citas por internet se convirtieron en sangrientas violaciones en su casa, después de que les introdujese el GHB en la bebida. El GHB o éxtasis líquido pasa desapercibido y produce un aumento del deseo sexual y la sensualidad. Hace que una persona pueda creer sentirse atraída efusivamente por otra.
Lidia contuvo la respiración cuando Carlos se acercó a ella. Él la miró con una sonrisa seductora y se sentó a su lado. Durante unos minutos charlaron del tiempo y de su aspecto personal, diferente a como se habían visto en fotos y vídeos. Hacía tan solo unas semanas que la Brigada Central de Investigación Tecnológica había dado con su perfil en la web de citas. Fue cuando comenzó la labor de Lidia.
Carlos le ofreció una copa de vino antes de pasar a cenar. Mientras hablaban y bebían, el micrófono recogía la conversación. Se empezó a sentir incómoda ante las preguntas comprometidas que le hacía y caminó hasta el baño para forzar la situación.
Al volver notó el calor en el cuerpo y a Carlos más sonriente y atractivo. Seguramente ya le había introducido el GHB en la bebida. La prueba definitiva. Fue entonces cuando dio la señal. Los agentes de apoyo se levantaron de sus mesas y se acercaron a Carlos para tratar de reducirlo. Inesperadamente logró zafarse con una ágil patada, intentando escapar hacia la puerta del restaurante.
La inspectora Lidia sacó su pistola USP Compact del bolso y apuntó hacia Carlos, ordenando que se entregara. Lidia no tuvo más opción que disparar cuando ya encaraba la salida. Carlos se desplomó ante el grito de la gente. La venganza es un plato que se sirve frío, pero la muerte siempre llega caliente.