El detective privado John Black estaba sentado en su oficina. Jugaba con un boli entre sus manos esperando ansiosamente una llamada telefónica que le encargase un nuevo caso que resolver. Ya habían pasado varios meses sin recibir ningún encargo y su billetera comenzaba a sufrir las consecuencias. Justo cuando estaba casi a punto de tirar la toalla, recibió esa llamada que cambiaría su suerte. Era una mujer que se identificó como la esposa de un hombre desaparecido. John tomó nota de la dirección y se dirigió rápidamente a su casa. La mujer estaba angustiada y temerosa. Entregó a John una foto de su esposo y le ofreció toda la información que necesitara que pudiera ayudar en su búsqueda. John comenzó a investigar de inmediato. Primero visitó la empresa del hombre desaparecido. Habló con sus empleados. Nadie parecía saber nada acerca de su paradero. Regresó al barrio donde vivía, e interrogó a algunos vecinos. Uno de ellos creyó haber visto, en un bar cercano, a un hombre con una descripción similar a la del desaparecido. John acudió al establecimiento. Habló con el barman, el cual le dijo que el hombre había estado allí la noche anterior. John solicitó poder visionar las cámaras de seguridad, y pudo ver al hombre en cuestión saliendo del bar a altas horas de la noche portando un maletín negro. Caminó en dirección hacia la que el hombre se dirigió en su salida, y determinó seguir ese rastro. Su intuición le llevó hacia un almacén abandonado en las afueras de la ciudad. Cuando se acercó pudo escuchar un ruido extraño, y decidió entrar con cautela. En el interior encontró al hombre desaparecido, atado y amordazado, y se apresuró a liberarlo. El hombre estaba muy agradecido. Le explicó que había sido secuestrado y retenido allí. John tomó nota de todo lo que el hombre pudo recordar, incluidas las características del secuestrador y cualquier otra información útil. Con la recopilación de notas que tenia, John continuó con la investigación. Localizó a un sospechoso que coincidia con la descripción proporcionada. Después de seguir al individuo en cuestión vio como entregaba el maletín a otro hombre en una cafetería. John rápidamente se acercó todo lo que pudo y vio que el interior del maletín contenía una gran cantidad de dinero. Después de una breve pero intensa lucha, John, junto con algunos clientes que le ayudaron, consiguió reducir a los ladrones y avisar a la policía. Los sospechosos fueron detenidos. El hombre desaparecido había sido encontrado, y el dinero recuperado y devuelto a su legitimo propietario. El caso, por tanto, estaba felizmente resuelto. La esposa del secuestrado estaba muy contenta, y agradeció inmensamente a John por el gran trabajo realizado. John sonrió, sintiéndose satisfecho por haber ayudado a resolver otro caso más. Sabía que su trabajo era duro y complicado, pero también sabia que era importante y necesario realizarlo. Por eso se sentía muy orgulloso de haber decidido ser detective privado.