Porosidad sanguínea
Laura(Pedro, nombre registral) Benítez de Soto Olivares | Chachi

Pienso en matar.

Este es un sentimiento primigenio que se desafora desde lo más profundo de mi ser. Mi sed: Un sentimiento ardiente que escaló de manera progresiva. Siempre me ha interesado la muerte, pero nunca fui un agente de ella. De manera paulatina e inexorable, un ferviente deseo de inmundicia tomó el control de todos mis nervios y tendones. Mis ojos fueron inundados de rojo y los límites de mi mente se desdibujaron y esta se disolvió con el infinito.

Ahora tengo las manos llenas de sangre. Pienso en haber matado. Es una pena que los cadáveres no lleven incorporado un equipo de limpieza. Es curioso lo desagradable que resulta la visión de unas cuencas físicamente vacías, aunque ya estuvieran figuradamente vacías desde hace una infinitud.

El trozo de carne que dormita ante mí, sobre su charco de sangre, era un verdadero desgraciado. Un loco hijo de puta. Todos en el barrio le conocían, se dedicaba a destruir la propiedad privada y a atemorizar a todo aquel que anduviera o vagara entre la negritud de la noche. Ahora está muerto. No volverá a levantarse, porque le he degollado y le he arrancado las piernas, debilitando sus lazos con la bravía de mis mordiscos. Me he puesto perdido. Tengo hasta el pelo lleno de sangre. Esto es verdaderamente asqueroso, repulsivo, repugnante.

Todo es negro. Soy la nada absoluta.

Vuelve la luz. Me he deshecho de la bolsa de tejidos. El mar tiene un gran apetito.

El sol, trastornante, me acaricia a través de la ventana. Las urracas grajean, parece que me gritan. Claman «¡Lo sabemos! ¡Sabemos el terror que te infunden nuestros vidriosos, azabaches ojos! ¡Desdichado!»

Las vigas de madera se quejan. Parece que crepitan. Parece que lloran.

Agudizo la oreja. Oigo sirenas.

Todo es negro. Soy la nada absoluta.

Homicidio con ensañamiento. 25 años de privación de mi libertad. Insolentes.

Resulta que encontraron el cadáver y, al hablar con sus allegados, (quién hubiera imaginado que los tendría) averiguaron que algún familiar suyo sabía que yo le había invitado a cenar conmigo la noche en que le arrebaté la vida. Un percal. Todo nimiedades. Realmente hubo cena, así que no entiendo este drama.

Ahora soy el hijo maldito de un mundo cruel.

La comida que me dan es insípida. Yerro por los pasillos de esta prisión, con andares pesados y la ilusión muerta, y la pasión muerta. Todo el ímpetu que me inundaba y me llevó a matar con muerte al que ahora yace muerto, se ha esfumado. El rojo se ha apagado, dejando en mi vista un gris pálido y sólo.

Pienso en vivir.

Pienso en morir.

Pero de las cenizas grises que hoy me turban, resurgirá un controlador, ferviente deseo de inmundicia, que me poseerá de manera paulatina e inexorable.

Algún día saldré. Envejecido, pero saldré de esta puta pocilga. Y, cuando salga, pensaré en matar de nuevo. Mataré, si el mar no vomita antes algún otro de los cadáveres que le hice tragarse.