PRIMOGENITURA
JOSE JAVIER MINGUEZ PICAZO | Harvey

Tras más de un año siguiendo las pistas del secuestro del hijo del empresario más influyente de la comarca, Antonio el Murciano, heredero de una importante estirpe de burgueses, aquella tarde mientras revisaba, café en mano, los datos del caso, escuchó a los perros ladrar y se asomó por la ventana. Pudo ver una moto alejarse a toda velocidad por el camino dejando un reguero de polvo en su huida. Se dirigió a la entrada de la finca, donde los perros estaban inquietos, y vio un paquete al otro lado de la valla.

Lo cogió con sumo cuidado y lo abrió, descubriendo en su interior una nota:

Dentro de 1 hora te espero en la quintería de los murcianos. No faltes, tendrás las respuestas que buscas.
MURCIANO

Aquel caso le estaba costando demasiado, y estaba dañando su fama de resolver todo lo que caía en sus manos, tenía la habilidad de hacer confesar cualquier delito cometido, pero en este caso, no había logrado ni acercarse a quién sería el culpable. Prometió al padre del chaval que resolvería el caso, que removería cielo y tierra para conseguirlo, y así no dejar sin desesperanza a aquellos padres y a su hermana, muy afectada por la desaparición del chaval.

Le removió el estómago aquella nota, y aquella firma, le tenía desconcertado quién le citaba en la finca de campo de la familia del desaparecido.

Cuando llegó a la gran casa de campo, vio de primeras la puerta del cobertizo abierta, y se dirigió allí. Con sumo cuidado se asomó y vio una luz encendida, y una silla justo dando la espalda en la cual se intuía alguien sentado. Se aproximo sin hacer ruido y de repente notó un pinchazo agudo en la espalda. Se apoyó en la silla para contener el dolor de aquel pinchazo y miró hacia la puerta. Allí estaba ella, aquella joven cándida y dulce, a la que vio sollozar tantas veces desde la desaparición de su hermano. Allí estaba, mirándolo fijamente y apuntándole con una escopeta de tranquilizantes usados para el ganado de la finca. Intuyó en ese momento de quién era el inmóvil cuerpo que permanecía sentado en aquella silla, y cuando quiso acercarse a la muchacha, un sueño abrumador le fue abrazando hasta hacerle caer al suelo.

– Tenía que cerrar este caso antes que lo cerraras tú. Siento que acabe así, mi padre no aceptaba otro tipo de final que el que ha marcado a su familia desde siglos atrás, y la primogenitura de su herencia no estaba en mi idea de futuro.

En el periódico al día siguiente se podía leer:

“…el suicidio del comisario de la comarca de un disparo con su propia arma reglamentaria esclarece el caso de la muerte del heredero de los Murcianos. Aún no se saben los motivos, pero era evidente que la culpa le hizo sacar a la luz el cuerpo del desaparecido, y no pudo con la conciencia llevándole a…”