Tengo frío. Más que frío, como un destemple exagerado, parecido a cuando te despiertas en invierno después de una larga siesta, por la ventana descubres que ya es de noche y paseas por el salón desorientada con la piel de gallina.
Creo que no estoy en mi cama, porque noto todo como húmedo, y aún más frío bajo mi cuerpo. Parece que estoy tumbada sobre césped o tierra, pero no recuerdo cómo he llegado aquí. No logro abrir los ojos. Por más que lo intento, no puedo mover nada. Siento como algo pegajoso, caliente y suave, me toca la pierna. La olisquea de arriba abajo, percibo el vaho de su respiración muy cerca de mí, hasta que parece que se aburre de investigar mi cuerpo estático y se aleja.
No entiendo nada, pero de alguna manera agradezco que se vaya. Huele a bosque, a humedad y al aire frío de la noche.
Percibo que aquella cosa que investigaba mis piernas se acerca de nuevo, y esta vez le acompañan unos pasos extra que parecen ser de persona. Oigo el aullido del perro y cómo el humano acelera el paso hasta que llega corriendo a mí. Siento movimientos rápidos, bruscos, y cómo una manta o chaqueta me cubren. Segunda cosa que agradezco hoy. El hombre que me tapa maldice en alto, lamentándose por algo de una chica tan joven, y a lo lejos, un tono de llamada de lo que supongo será su móvil: “112, emergencias, ¿en qué puedo ayudarle?”.
Tercera cosa por la que dar las gracias. Por una fracción de segundo me relajo, parece que este buen desconocido ha avisado a la policía, y esta extraña pesadilla que ni siquiera entiendo puede comenzar a terminar.
Hasta que la voz del hombre lanza un órdago inesperado, que mi cerebro ni siquiera es capaz de procesar: “por favor, manden a alguien, he encontrado una chica muerta”. Continúa dando detalles, sobre dónde se encuentra, qué ha visto y qué no, cómo la ha encontrado, etc. Pero en mi cabeza solo resuena en bucle: “una chica muerta”. ¿Quién? ¿Por qué habla de otra? ¿Acaso soy yo? ¿Esto es estar muerta? ¿Por qué le oigo? ¿Por qué puedo sentirle?
Noto como me falta el aire, pero mi cuerpo sigue sin responder, ¿será verdad que he muerto? Intento con todas mis fuerzas abrir los ojos, o la boca para hablar, mover un dedo, o un pie. Cualquier cosa para que este hombre loco deje de llamarme “muerta”. ¡Por favor, no le crean!
Pasados unos minutos oigo unas sirenas a lo lejos, y cómo los pasos de varias personas se acercan a mí. Una rotunda y firme voz femenina rompe el silencio con un: “¿Qué tenemos?”, ignorando los signos de una catalepsia inadvertida.