Siempre se me caían los pantalones cuando era pequeña, al morir mi madre, mi padre se tiraba todo el día en el trabajo y me cuidaba una vecina, no me gustaba su comida.
Me contaba batallitas de su marido en la guerra, no me importaban, a veces la escuchaba por aburrimiento, otras porque sus grandes ojos penetrantes me intimidaban.
Aquella noche me sentía rara, no era yo, la luna llena me había afectado, fue la noche que mataron a mi padre, cuando me vine a dar cuenta estaba llorando en medio de la calle, a las 5 de madrugada me enteré que había sido mi vecina.
Ese tipo duro al que mataron era mi padre, este tipo duro tenía un corazón enorme, sólo intentaba protegerme.
No sé porqué decidí ser uno de ellos, tal vez estaba en mi destino hacer justicia o simplemente hacerme creer a mí misma que podía hacerla.
Por las noches, las pesadillas me invadían, me levantaba y observaba el cinturón de Orión en el cielo, me recordaba a él.
Aquella mañana de verano, patrullando con mi compañero recibimos un aviso, un hombre con una navaja amenazando a una cajera del supermercado. Al llegar, dejé mi pistola en el suelo para siempre y fui a abrazar al hombre, no quería volver a matar a nadie, no iba a dejar que alguien inocente volviese a ir la cárcel.