Vuelve a amanecer.
Veo a los rayos imitar el fogonazo invisible a tus ojos.
Y se dilatan mis pupilas evitando olvidarme de ti.
Los pájaros gritan ahora lo que callaron en el silencio de la noche.
En mi cabeza rebosa el sentimiento de culpa.
Vacío me siento sin ti, sin mí; ojalá pudiera volver a ser el mismo.
Ya no huelo el café recién hecho.
El instinto de supervivencia se quedó dormido.
Me imagino a mí mismo arrastrando con esfuerzo a quien siempre prometí.
Saboreo cada momento olvidándome de mis pensamientos.
Intrusivos, de hecho.
No puedo anular los deseos de querer haberlo ejecutado.
Porque ni siquiera para eso puedo sentir lo perceptible.
Arrimo el hombro a pesar de no saber si de verdad lo he hecho.
Y tampoco siento que haya cambiado algo.
Estoy seguro de no haber sido yo, nunca podremos saberlo.
Creo recordar que solo te vi asustada y escondida como cerdo en el matadero.
Quizá solo imaginé a la venganza huyendo.
Y mis manos manchadas de tu sangre no soltaban el desierto.
Tu cuerpo ya sin vida, sin oasis al descubierto.
Denunciando en falsos techos, ¿cómo podré confiar en ellos?
Pentagramas negros sin sonidos, llenos silencios.
Porque si de verdad querías eso, con eso yo me quedo.
Que alguien me permita parar el tiempo, no dio tiempo a despedirnos.
Saludémonos en otra vida cuando nos encontremos de nuevo.
Verdaderas contradicciones las de aquel sujeto.
El autosabotaje que me hizo creer la veracidad de su manifiesto confunde.
Melodías que no suenan, que tampoco calman su psicopatía.
Quizá soltarle era una buena idea.
Yo solo le vi intentando engañarte de nuevo.
Ya no hay ni hoy ni mañana, prometo ser de acero.
Simplemente nos han arrebatado la oportunidad de seguir queriéndonos.
Creo que he sido yo el causante de querer que vivas al otro lado.
Y me alejo sabiendo que no me beneficio.
Debí quedarme ahí cuando sentiste demasiado.
Debo confesarte que siempre quise traducirte la verdad de mis te quieros.
Solo quiero que escuches y entiendas lo que te estoy diciendo.
Arropo la tranquilidad de mi justo juicio.
Olvido cómo saben tus besos a mitad de su veredicto.
Siguen sin salir mis dedos de tu pelo.
Mas tú de vez en cuando encendiste mis reflejos.
Puedo sentir el olor de tu recuerdo en mi pecho ardiendo.
Empapo nuestros adentros sin poder apagar cada fuego.
Y sequía al sentirte a mi lado.
Los perros callan ante el ruido de la madrugada.
Mis ojos ya no brillan por más que quiera quererte.
La oscuridad, sin verla, envuelve nuestro futuro desolado.
Ya se ha vuelto a hacer de noche.
La verdad es que el principio, es el final.
Te reto a empezar a leerlo por aquí abajo, por el «último» hecho.
¿Quién fue?