El detective Ryan Williams era conocido en la ciudad por ser el mejor en su trabajo. Era capaz de resolver cualquier caso que se le presentara, pero el último que había llegado a sus manos estaba resultando especialmente complicado.
Se trataba del asesinato de una joven mujer, cuyo cuerpo había sido encontrado en el parque central de la ciudad. La investigación había comenzado hace semanas, y Williams había seguido cada pista que había surgido, pero no había encontrado nada que pudiera llevarlo al culpable.
Un día, recibió una carta anónima que le decía que el asesino era en realidad alguien muy cercano a él. Williams quedó perplejo y comenzó a analizar cada persona en su vida, tratando de descubrir quién podía ser el asesino.
Con el tiempo, se dio cuenta de que la carta era en realidad una artimaña del verdadero asesino, quien había estado siguiendo de cerca la investigación de Williams y había notado su determinación y habilidad para encontrar a los culpables. Así, había ideado un plan para desestabilizar al detective y alejarlo del caso.
Williams, sin embargo, no se dejó vencer por la artimaña. En vez de centrarse en encontrar a un posible sospechoso cercano, comenzó a analizar cada pista que tenía de una forma más profunda. Con el tiempo, descubrió un patrón en el asesinato de la joven mujer que lo llevó a un sospechoso completamente diferente, un hombre que parecía no tener ninguna conexión con su vida personal.
Después de un tenso interrogatorio, el sospechoso finalmente confesó su crimen, y Williams pudo resolver el caso. Sin embargo, nunca pudo sacarse de la cabeza la idea de que alguien cercano a él había intentado manipularlo, y se prometió a sí mismo estar siempre alerta en el futuro.