RECAPITULACIÓN
José Manuel Aldeano Moreno | Icarrock

Remontemos dos años atrás, cuando el escándalo del siglo sacudió nuestra ciudadita tan mojigata y provinciana, por el vídeo que mostraba las vergüenzas del aseo de alumnas del colegio San Teobaldo. Cómo pudo un profesor de religión montar una red tan sofisticada. Pudo tener ayuda de un crack informático. Tampoco yo tengo mucha idea y lo descubrí, gracias a mi propio hacker de cabecera. Yo no habría sabido ni por dónde empezar; mi “Chemita Alonso” personal lo localizó por mí. Que quién soy yo. Nadie, si el padre de la muchachita que aparecía miccionando no me hubiera contratado. Pero sí, soy Gregorio Onieva, el detective que hizo público al desalmado. Claro que yo hablé solo con la policía y nada tuve que ver con el circo mediático que se organizó. Aunque tanto bombo me vino al pelo para hacer prosperar mi negocio. El canalla lo tenía muy bien montado y no se entendía cómo cometió ese primer fallo: tanta meticulosidad para no dejar huellas y filtra un archivo sin ningún desvío, accediendo desde algún lugar a su ordenador del colegio. Tampoco sabemos qué hacía con los vídeos, si eran para disfrute particular o los vendía en la red profunda. Desde el cole las imágenes subían a una nube indetectable a la que accedía desde otro portátil privado. ¿Por qué accedió de repente al ordenador nodriza? Lo cierto es que fue a dar con sus huesos a la cárcel. Algo no acababa de cuadrar: el portátil privado nunca apareció en su casa. Pudo deshacerse de él. Si a la policía no le quitó el sueño, a mí tampoco. Pero resulta que a alguien sí se lo quitó: a su marido, sobre todo, después de enviudar. ¿No sabías que se casó con otro hombre justo días antes de la filtración? Bueno, yo también pensé que eso no le impedía el negocio de la pornografía femenina. Tampoco habrás sabido que se suicidó en prisión. Yo tampoco quise enterarme; ya no tenía remedio. Pero su pareja no se rindió. Siguió la búsqueda por su cuenta hasta que, sí, dije “ese primer fallo” porque se ha producido otro. Esta vez no he seguido el rastro informático. Nos habría llevado a otro profesor ignorante. Por suerte, solo un padre cambió a sus hijos hace dos años del San Teobaldo al nuevo centro implicado. Te preguntarías quién te deslizó este papel y por qué no un email. Bueno, no habría sido gran idea usar internet con un experto en manipulación informática, capaz de encender en remoto el ordenador de otra persona que no pudo por estar de viaje nupcial. Ahora no me solicita un padre, sino un viudo desquiciado. No sabe exactamente quién eres y por eso me reclutó. Mi carrera está acabada y lo merezco por ser casi tan despreciable como tú, así que en tus manos dejo mi castigo. Puso un artefacto en el centro donde están tus hijos y lo detonará si no llevas esta nota a la policía antes de la salida.