Tic, tac, tic, tac, escuchaba las manecillas de un reloj, sonaban como un eco anunciando un nefasto accidente, un regusto dulzón le hizo remover la lengua, y al siguiente tic abrió los ojos de golpe, como si en efecto, estuviese a punto de acontecer el desastre.
Estaba hecho una piltrafa, notó que tenía los músculos agarrotados y le dolían especialmente las costillas, cosa que atribuyó a que se había dormido en una terrible postura en el sillón. En piloto automático, el oficial se sacudió y alisó el uniforme buscando el sonido que lo despertó, justo colgado en frente, más de las once de la mañana.
El trayecto hasta el gastado edificio fue breve y más bien silencioso, exceptuando claro la escandalosa máquina del café para un triste corto, dio vueltas en las manos inconscientemente a la tapa del mechero de su bolsillo.
– Buenos días – musitó el agente al entrar en su departamento, una serie de miradas inquisitivas se posaron sobre él, frunció el ceño y se dirigió al que, con toda seguridad, consideraba su escritorio.
Cogió el informe que esperaba y pasó las hojas. Un asesinato, herido por arma blanca en el bazo, sin identificación, no había nada más relevante. Cuando vio las fotos de la víctima tirada de espaldas, recordó como se desplomaba el cuerpo y se removía en el suelo, le dolía la cabeza, inquieto, se fue directo hacia la escena sin que nadie objetara nada al respecto.
Todo estaba limpio, solo había unas llaves tiradas, pero cuando se agachó para recogerlas, soltó un quejido y se levantó la camisa viendo un montón de vendajes, cerró los ojos nervioso y recogió las llaves. Un callejón sin salida no daba mucho de sí, pero la cafetería que daba en la esquina le podría dar una pista. Un camarero salió al verle y lo saludó efusivamente.
– ¡Buenas Terry! ¿Cómo van las pesquisas? –¿Terry? Se debía de estar confundiendo de persona, y aún siendo familiar, lo dejó pasar manteniendo el porte.
– Buenas tardes, ¿has tenido noticias de lo sucedido la pasada noche?
– Eso mismo podría preguntarle, le vi entrar y lo siguiente que se escuchó fue un terrible alarido –nada de eso tenía sentido, le agradeció la información y se fue de ahí.
El mundo se estaba volviendo loco y cada vez más le dolía la cabeza, tanto que sin querer, se tropezó con el cartero.
– ¡Justo a tiempo! ¿Puede usted abrirme para dejarle el paquete, Terry? –Otra vez, de manera inconsciente asintió y abrió la puerta que tenía delante… Con las llaves que recogió.
Con el paquete y en penumbras, se dirigió hasta un ordenador encendido. Dentro del paquete había un pendrive y cuando lo introdujo en la torre saltó un vídeo en pantalla, una persona de facciones familiares entraba en el callejón y era apuñalada, tal como en parte recordaba. Y al finalizar el vídeo, se abrió la webcam y se vio reflejado a sí mismo, él era la víctima… Pero no había muerto, ¿recuerdas ahora?
RK.