Resolviendo un asesinato
Daniel de la Nava Martín | Zagreus

Después de esperar un tiempo, la puerta se abrió y todos los que se encontraban en el hostal la noche anterior fueron entrando al salón desfilando uno por uno.
– Sean bienvenidos. Por favor, tomen asiento – dijo levantándose lentamente-. Habéis llegado a la hora acordada. Empezaremos en unos instantes.
Se sentía realmente pelín excitada, aunque también algo asustada. Una chica había sido asesinada. Los demás la miraron con ojos de sorpresa por cómo estaba actuando, pero obedecieron sin dudarlo. Estaba nerviosa, pero ellos también lo estaban. La ayuda tardaría en llegar. Quizá por eso actuaba cómo actuaba. Todos sospechaban de todos, por lo que habían acordado permanecer juntos hasta que llegara la ayuda. Entre ellos había un asesino y ella les pidió una hora para poder pensar e intentar resolver el misterio. Había tardado solo media en hacerlo.
– Permitidme que os sirva una copa en señal de celebración. Hoy un asesino saldrá a la luz.
– ¿Era necesario todo esto? – preguntó el señor más mayor en un tono especialmente molesto -. ¿Estás de broma?
– Tranquilo, padre – dijo el que parecía ser su hijo apoyando la mano sobre su hombro -. Ha sido una experiencia dura y estamos cansados. Seguro que no lo hace con mala intención.
Ella le agradeció el voto de confianza. Aunque quizá se había dejado llevar demasiado, intentó rectificar.
– Siento mucho si todo esto os ha parecido algo excesivo. Pero no puedo dejar de estar emocionada por revelaros lo que ha ocurrido hoy al mediodía. Por favor, os invito beber. A mí me ha ayudado.
La chica más joven del grupo cogió la botella descorchada de encima de la mesa y comenzó a servir una copa de vino a todos los presentes. Al acabar, fue la primera en beber y lo hizo de un trago. Los demás la imitaron a pequeños sorbos. Eso le invitó a continuar el relato, mientras bebía de la última copa libre.
“Hoy, después del almuerzo, todos volvimos a nuestras habitaciones. Sin embargo, el cuerpo apareció ensangrentado en mitad del pasillo a la hora de la cena, cuando la primera persona al salir de la habitación dio la voz de alarma con un grito. Tenía un corte limpio en el cuello, por lo que seguramente murió en el acto. Al parecer, nadie conocía a la víctima y, por tanto, nadie tenía motivos para asesinarla. Aunque eso no es del todo cierto. No es revelaré el por qué decidí matarla, pero creo que deberíais saber que se lo merecía. Y lo siento, pero no me van a detener. Espero que el vino haya sido de vuestro agrado”.
El anciano fue el primero en caer. Solo media hora había tardado en pensar cómo iba a matarlos a todos. Después únicamente tuvo que abrir la botella, adulterarla con veneno y esperar pacientemente mientras se tomaba el antídoto. A decir verdad, era algo amargo.