─«La madre que parió al Madrid y a la puta negra». Fue su último suspiro ─ dijo el comisario Usubiaga al subinspector Fontdeví.
Llegaron al prostíbulo de madrugada. No haría falta una profunda investigación. La chica confesó sin remilgos. Les contó que el tipo llegó cabreado sobre las dos. Arrastraba un arsenal de alcohol. Algo más lo llevó a un lamentable estado violento. Su perdición fue en el Camp Nou. El Barça eliminó a su “Hala Madrid”, remontando una eliminatoria imposible. El 4 a 0 aniquiló el irrepetible gol de Vinicius y el par de Benzema en el Bernabéu.
─Se daba por hecho que el Real pasaría a la final de Copa, después de la exhibición de la ida─ apostilló Marc, forofo azulgrana─. Pero ya ve comisario, nunca se puede vender la piel del oso antes de hora. Tenemos a Dembélé, ha marcado un hat-trick decisivo. Suficiente con el cuarto de Lewandowski. ¡Menuda remontada ante el eterno rival!
─El pájaro decidió borrar el desastre. «Las penas con amor se olvidan», dicen. Llegó medio borracho y alocado, con la camiseta blanca sudada y flirteó con “Leonela”. No sé si sabes que así apodan a la morenaza. La ofendió con comentarios despectivos y racistas. Insultó al “mosquito” y a toda la raza negra. La chica no se lo consistió. Después de cabalgar con fingimiento, le asestó cinco puñaladas definitivas. El fiambre recibió lo suyo─ resumió Usubiaga.
─Agonizaría feliz, pobre diablo─ concluyó Fontdeví.
─Sí, tal vez olvidó la derrota pero murió en plena juerga. Se perderá la final. ¿El Barça contra el Athletic, no?
─En efecto. Azulgranas contra rojiblancos y pitada al Rey asegurada.
─Marc, nunca mezclo política con deporte. Está claro que nuestro despojo iría con los bilbaínos, su camiseta así lo anuncia. Rojiblanca.
─Está usted de guasa, comisario. Blanca y manchada de sangre.
─Mira, no conocía de nada a este tipo, por suerte, pero sí a la morena. Y me gustaría echarle una mano. Déjame a solas con ella. No te precipites con el expediente. Aún quedan flecos.
Cuando el subinspector se reencontró con ellos, el panorama había cambiado radicalmente: Ella tenía un golpe en la cara, le asestaron una buena ostia. Un ojo hinchado, un corte en la muñeca. Probablemente el mismo cuchillo con el que despachó al tiparraco.
─Atento Fontdeví. Leonela ha añadido a su declaración lo que ocultó al principio. El muy bruto, la ofendió con insultos y le atizó. No le quedó otro remedio que defenderse con uñas y dientes. Es astuta y siempre tiene cerca un cúter, por si acaso. ¿No es así, muñeca?
Ella, llorosa, sostenía un pañuelo húmedo sobre el pómulo maltrecho; asintió.
─La pobre sacó la navaja. Y ¡zas! Hasta cinco veces tuvo que ensartarle. El merengón se resistió y llego a herirla en la muñeca con el estilete. Ella resistió y zanjó el combate a su favor. No hay más.
─Habrá que llevarla a comisaria.
─Si, el juez ya esclarecerá todo este tinglado. Homicidio en defensa propia. Listo.