SALVADO POR LAS CAMPANADAS
RAFAEL SASTRE CARPENA | KRISTO PEDERSEN

El segundo volumen de una preciosa colección de novelas rusas del XIX mostraba rastros de sangre, la misma que oscurecía el rostro del propietario de la mansión, que yacía al lado del libro. Tras inspeccionar la escena, el inspector Requejo consultó su reloj; solo faltaban unas horas para Nochevieja y no deseaba malgastarlas con la Científica y rellenando engorrosos atestados. Limpió el grueso tomo, lo colocó en su hueco de la estantería y finalmente dictaminó que todo había sido un desgraciado accidente: el conde tropezó y con el canto de la mesa se abrió la cabeza. El mayordomo, en un rincón, suspiró aliviado.