—Detective, ya están todos —dijo al llegar el policía, empujando al último de los sospechosos junto a los otros dos. El agente se colocó al lado de sus compañeros, en una esquina de la estancia.
—Buenas noches, dama y caballeros. —continuó el detective mientras acicalaba su fino y perfectamente recortado bigote—John fue asesinado esta noche a la madrugada.
Ninguno se atrevió a responder, salvo el más anciano de los allí presentes.
—¿Qué? ¡Tonterías, si se fue…! —balbuceó, mirando a los otros dos quienes se mantuvieron al margen. Una mujer y un hombre más joven con un poblado bigote.
—Si me permite, seré yo quien hable y pregunte —le interrumpió el detective, quien revisaba datos desde el holograma proyectado por el dispositivo de su muñeca—. Revisando las cámaras y lo registros del museo, comprobamos que vosotros tres erais los únicos que estabais en este edificio cuando ocurrió. El cuerpo de John fue encontrado en la sala de mantenimiento, con un cuchillo clavado. Algo muy desafortunado, en especial cuando mañana comienza la exposición del diamante Koh-i-Noor, joya de una nación ya extinta. Dígame, Mat, usted era el compañero de trabajo de John, ¿verdad?
—Sí, sí… —respondió el hombre del frondoso bigote, nervioso.
—Tengo entendido que ustedes dos no se llevaban especialmente bien. Lo último que se les ve en las cámaras es que estaban discutiendo y como entrabais en el edificio después, gritándoos. Hablaban de la muchacha aquí presente.
Un pequeño holograma se proyectó desde la muñeca del detective, mostrando la escena.
—No me va a dejar en buen lugar. —Mat suspiró— Sara y yo tuvimos una aventura. Y John estaba furioso conmigo por ello.
—Y Sara era la novia de John, ¿verdad? —preguntó el detective.
—Sí —respondió el hombre.
—¿Sabia alguien más esto?
—Sí, no lo mantuvimos en secreto—respondió Sarah, interrumpiéndoles.
—Además, encontramos enganchada una nota en el cuerpo de John —dijo el detective—, donde decía «te lo mereces». Eso en un primer momento me hizo sospechar de vosotros dos, pues tenías motivos más que suficientes para hacerlo. Pero que usarais un arma tan primitiva como lo es un cuchillo me chirrió —en aquel momento se quedó mirando al hombre mayor—. En cambio, usted está muchísimo más acostumbrado a las antigüedades y tendría alguno a mano, ¿verdad, doctor Richter? Es usted restaurador.
—¿Cómo? —preguntó este atónito.
En aquel momento entró en la estancia un hombre quien portaba un diamante, negando con la cabeza y seguido por dos agentes.
—Es una imitación —dijo este.
—Lo que me suponía. —continuó el detective— Cuando se separaron al acabar la jornada, John le descubrió a usted haciendo el cambiazo. Y claro, no es solo que usted acabaría en prisión si se hacía público, su carrera se iría al garete. Mat salió al poco rato, alterado. Pero usted, tras una hora, también se le veía muy alterado al salir de allí. ¿Qué motivos tenía usted para ello?
—Yo… yo no… —intentó defenderse el hombre, pero las palabras adecuadas abandonaron su boca.