No era primavera en los calendarios, pero sí en el Corte Inglés. Hundió varias veces el cuchillo en la nieve para limpiar la sangre, lo enfundó y lo guardó de nuevo en el bolsillo del abrigo. Saltó al hueco de la futura piscina y arrastró el cuerpo del promotor hasta la fosa rectangular que él mismo había cavado en el centro a medida de su inquilino final. Lo arrojó dentro. Cubrió una capa con varias paletadas de tierra. Tapó con una lona. Luego una capa de piedras procedentes de la excavación y, finalmente, una última capa de tierra. Según el parte meteorológico nevaría todo el fin de semana y luego habría lluvias una semana más. Para el reinicio de las obras la tierra estaría homogeneizada y no quedaría ningún indicio de la tumba.
El mes de planificación había sido suficiente. Su mujer no estaba muy de acuerdo en el repentino cambio de planes. El proyecto inicial era el cierre del garaje así que, cuando de pronto, él se empeñó en hacer una piscina en el jardín dinamitando el presupuesto, ella montó en cólera. Hacía tiempo que las cosas no iban bien entre ellos. Ella aún no lo sabía, pero en poco tiempo iba a follarse al jefe de obras.
Nunca termina de conocerse a una persona. Ni siquiera tras años de matrimonio. Menos aún cuando temes que te tomen por loco. Hay cosas que no puedes confesar jamás.
Con ocho años su profesora organizó una excursión al museo de la ciudad. Al bajar del autobús los niños formaron una fila y se cogieron de la mano para caminar hasta el museo. Durante el camino tuvo que visualizar cómo el niño que le precedía, dos años después, asfixiaría a su hermano recién nacido hasta matarlo. Llegó al museo orinado. Un año después supo que aquel niño había tenido un hermanito y, meses más tarde, la trágica muerte del bebé por muerte súbita.
Con catorce años, mientras entrenaba con su equipo de fútbol, forcejeó con un compañero. Vio como ese chico iba a violar, asesinar y ocultar el cadáver de su novia años más tarde. Y en efecto, con diecinueve supo de la desaparición de la novia del compañero, entonces joven promesa del equipo local, y al que a pesar de ser investigado no pudieron probarle nada.
Esa percepción de asesinatos venideros al tocar al futuro asesino le hizo visualizar las mayores atrocidades y convivir a diario con seres monstruosos que iban a cometer crímenes totalmente impunes. Intentar prevenirlos era imposible y no podía acusar sin pruebas.
El día que el jefe de obras contratado estrechó su mano pudo contemplar como una mañana el tipo iba a follarse a su propia esposa, en su hogar y en su cama y cómo él, que sintiéndose enfermo había vuelto del trabajo, los sorprendía in fraganti, montaba en cólera y en el forcejeo, resultaba víctima del ingeniero. Y la ventaja que, por una vez, le estaba proporcionando su don, era algo que no podía desaprovechar.