SIEMPRE EL PRIMERO
Mario Sancho Martínez | Mike Sierra

Cada vez que llegábamos a la escena del crimen, allí estaba ese maldito periodista. Charles P. Walsh. Daba igual dónde fuera el escenario, siempre llegaba el primero. En cuanto le veíamos, algún patrullero le daba indicaciones de por dónde podía irse para no entorpecer la investigación. Demasiado tarde, porque él ya había tomado suficientes fotos y detalles para llenar su columna de sucesos.

Para el Green Herald, periódico de tirada nacional, no había noticia demasiado escabrosa o detalle poco sangriento. Eran alimañas del morbo y lo bizarro. Solían tener a policías en nómina que les soltaban chivatazos e información de todo tipo. Uno de los teleoperadores fue despedido por llamar a la editorial antes que a un coche patrulla en un caso de asesinato.

Con cada nueva edición de su periódico la popularidad del mismo subía como la espuma. Se regodeaban de ser los únicos que accedían a los testimonios de la familia afectada, así como las mejores tomas de cadáveres y accidentes de tráfico. Solían pagar a los acusados para que les contaran en primicia el porqué de sus actos violentos. No ganaban muchos premios, pero al público le encantaba el formato.

Fue un martes de madrugada, cuando recibimos el aviso del hallazgo de un joven muerto detrás de una iglesia local. ¿Quién estaba allí preparado con su cámara? Charles P. Walsh. Nos sonrío y mientras se dirigía a su coche nos habló de espaldas:

– Debería haber sido poli. No sé lo que es llevar una pistola, pero al menos llegaría el primero.

Se rio y se marchó mientras su flamante descapotable rojo quemaba neumático dejando tras de sí una pequeña humareda azul. El tipo era un idiota, pero su magnetismo encandilaba a cualquiera.

El viernes de la misma semana una llamada interrumpió el almuerzo. Mi compañero contestó a la radio. Un coche se salió de la carretera y se estampó contra un pilar antes de entrar a un túnel. Llegamos allí y para nuestra sorpresa Charles P. Walsh también estaba presente, salvo que aquel día él fue la víctima mortal. No había nadie más allí así que nos tomamos la libertad de mirar en su coche hasta que llegaran los refuerzos. En la guantera un cuchillo ensangrentado dentro de una bolsa con unos guantes a juego. Más tarde sabríamos que se usó en un crimen ese mismo día. Carretes aún por revelar, libretas con direcciones y pruebas de todo lo que había hecho o tenía pensado hacer. En su haber, más de veinte asesinatos con su respectiva crónica en el periódico. Con razón siempre llegaba el primero.