SIEMPRE
JUANPEDRO FONT BROCH | JP

Solía pasear siempre por las mismas calles, se detenía siempre, en el mismo café donde el camarero de siempre le servía lo de siempre, un bollo y un cortado, continuaba su ruta pasando por la plaza de siempre donde encontraba a los amigos de siempre hasta la hora de siempre en que volvía a casa a cenar lo de siempre huevos fritos con patatas. Un día como los de siempre tropezó con una joven, le ayudo a recoger los libros que llevaba y se disculpó como pudo pues sus ojos verdes le imposibilitaron hablar. De los labios rojos de ella salieron suavemente un par de palabras que le sonaron a gloria y le impidieron caminar, se quedó clavado allí mismo, viendo cómo se alejaba, hasta desaparecer en la primera esquina, pero en ese instante saltó de entre sus libros un papel que fue a parar a la acera sin que la chica se percatara de ello. Acudió presto a recogerlo para hacérselo saber, lo cogió sin mirarlo siquiera y fue tras ella. Guardaba la distancia pensando siempre en alcanzarla al llegar a su casa, así sabría donde vivía aquella encantadora hermosura. De pronto se detuvo, esperando para cruzar una calle el verde del semáforo. Él por disimular paró y miró distraído el papel que recogiera. Era una foto, de ella con aquellos ojos escrutadores, aquella boca diciéndole gracias de nuevo. Se quedó paralizado durante unos instantes contemplando el retrato, mas al punto cayo en la cuenta de que ella continuaba su camino. La siguió hasta su casa pero no le devolvió la fotografía. La guardó en su cartera, para que le acompañara siempre, por los lugares de siempre, en el café de siempre y pensando siempre en volverla a ver. Aquella sensación le llenó un par de meses en los que la siguió siempre que pudo y comprobó que ella siempre cumplía sus rutinas matemáticamente. A partir de entonces tenía siempre en su cabeza la manera de hacer que aquello pudiera durar para siempre. La elaboración del plan le llevó más tiempo del esperado puesto que no contaba con los medios que siempre había soñado para cumplirlo. Decidió dedicar un día a seguirla y otros tres a la preparación. El barrio tan concurrido donde se movía habitualmente no facilitaba en absoluto su labor aunque siempre había confiado en sus aptitudes y fuerza para salvar cualquier dificultad que se le pusiera por delante. No menos importante que la forma de ejecutarlo iban a ser los días posteriores. Su inquietud aumentaba cada día que pasaba y al final en contra de sus reglas autoimpuestas decidió seguir adelante aun sin tener todos los flecos cubiertos. Y como era de esperar salió mal y acabó como siempre.
-¿Qué tenemos?
– Otra chica descuartizada y semienterrada en una cuenta
-Todo apunta…
– Sí, al de siempre