Le dolían tanto las tetas, que hasta el roce del sujetador le molestaba, si hubiera podido, se las hubiera arrancado de un golpe … Hoy, también, sintió asco, pero no se culpó por ello… era una náusea diferente, una arcada generada y detenida en la garganta que, por instantes, se asomaba y retraía confusa, sin ser capaz de decidir por sí misma, si arrojarse al vacío o deshacer el camino volviendo al interior.
Por un instante pensó en la muerte, en la suya propia… y se asustó.
Respiró y entreabrió, como pudo, sus ojos, para adaptar su pupila a la oscuridad de aquel lugar, pese a que afuera, aún era mediodía… “Todavía no está todo perdido”… “Todavía hay tiempo”, se repitió, mentalmente, (lanzando el mensaje a la materia gris, que habitaba desde hacía 45 años en el interior de su cerebro)…hasta que percibió ese olor metálico, que cubría, por completo, aquel espacio de escasos cinco metros… entonces sonrió, primero levemente y después riendo a carcajadas de forma insonora, mientras deslizaba la lengua por sus piezas dentales, que sentía húmedas y llenas de hierro y que acabaron tiñendo, de un “granate nazareno”, el dorso de su mano derecha, al deslizarlo por la comisura de sus labios, en un intento, inútil, de limpiarlos.
Su cuerpo se resintió, cuando quiso reptar hasta la pared que se erguía tras ella… no podía moverse… quería sentarse, utilizando el ladrillo, como respaldo improvisado, porque no era capaz de respirar con normalidad… sospechaba, por la intensidad de la punzada que intentaba atravesar su espalda, que más de una vértebra estaba fracturada.
Y entonces vio esa masa de piel y pelo que, como un ovillo de lana, parecía retorcerse encima del suelo… ancló su mirada en el centro del pecho del animal, como si tuviera, en el iris verde de sus ojos, un estoque con el que rematarle… se aseguró de que sus pulmones, no eran más que dos desechos desinflados, sin ninguna utilidad… monstruo, bestia, alimaña… escuchó en el interior de su cabeza… podrían haber acudido a su conciencia más de un millar de definiciones, reales o imaginarias… cualquier palabra, excepto persona… “Jódete, hijo de puta“, pronunció…“ Jódete, maldito hijo de puta“ repitió con escasos decibelios… luego recordó a su madre y deseó que hubiera estado, en ese momento, allí, junto a ella.
Una lágrima, contaminada de sudor, sangre y salitre, recorrió el pómulo de la inspectora Cardona, fue la única vez que se permitió un ápice de debilidad, al fin y al cabo esto no era una película… los rostros de aquellas chicas asesinadas, se colaron en su pensamiento, instantes antes de desvanecerse, mientras se escuchaba, a lo lejos, el tintineo escandaloso de una sirena.