Era mi primer día como detective privado. Durante mi espera en la parada del bus, mi mirada quedó fijada en la casa de enfrente. Una casa abandonada.
-¿Sabes quién vivió en esa casa? -dijo una mujer.
—¿Quién?—respondí.
—Hubo un asesinato. Sofía, la mujer de la casa se despertó sobresaltada por los truenos. Bajó a la cocina a preparase un vaso de leche . Oyó un ruido a sus espaldas, detrás estaba su marido, con un cuchillo en su mano lleno de sangre. Ella se asustó y salió corriendo, subió enseguida a la habitación de sus hijas . Su marido había matado a las niñas. Lloró amargamente junto a sus cuerpos. ¿Por qué? Gritó en aquel cuarto lleno de sangre. Su marido llegó aún con el cuchillo ensangrentado.
— Has amado a otro hombre, tu castigo es seguir viviendo .— Le dijo él y se cortó el cuello. Sofía sacó el cuerpo de su marido fuera de la habitación, después se encerró en el cuarto con sus hijas. Al día siguiente encontraron el cuerpo sin vida del señor, aporrearon la puerta del cuarto de las niñas una y otra vez, pero nadie contestó. Cuando llegó la policía derribó la puerta, pero allí no había nadie, sólo restos de sangre.
—¿ Como sabe usted esa historia?— pregunté
—Porque yo vivía en aquella casa, mi madre trabajaba allí interna. Oí cada grito desgarrador de aquella madre al encontrar a sus hijas, vi como casi sin fuerzas arrastró el cuerpo de su marido fuera del cuarto y se encerró con sus hijas. Ella me vio, y con un gesto de su dedo me dijo que guardara silencio, y así lo hice.
—¿Ella murió?—.
—No lo sé, las niñas estaban muertas. Observe mil veces aquel cuarto. Junto al armario había una escalera de madera y encima una rendija de ventilación, y junto a ella, huellas de sangre. Subí y oí voces , reconocí la voz de Sofía. Fui a dar a otro cuarto. Había dos camas, en una las niñas, en la otra, Sofía. Con miedo la llamé, abrió sus ojos y me miró. Me hizo prometer que jamás le contaría a nadie lo que había visto, yo se lo juré… Vaya, esta es mi parada. Debo bajarme.
—¿Cómo no ha contado esto antes?.
—Lo acabo de hacer.
La mujer me sonrió y se bajó del autobús.
Yo me dirigí a mi despacho ,en el diario, en primera pagina venía la foto de la casa abandonada. Iban a derribarla ¡los cuerpos de aquellas niñas y su madre aún estaban dentro ! Llamé a la policía y conté la historia.
Dimos con la habitación de las niñas. Olía a muerte.
A la mañana siguiente leyendo un diario atrasado, vi la esquela de la mujer del autobús. Llevaba tres días muerta.